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Nació en el preludio de la guerra de la independencia. Eran los comienzos del siglo de las dos revoluciones, la del pensamiento y la de la ciencia, en pleno apogeo de la Ilustración. Eran también los últimos meses del reinado de Carlos IV, un rey enfrentado a su hijo y sucesor y dominado por su mujer, que a su vez actuaba según la voluntad del valido más influyente de la historia de España, Manuel Godoy.
\r\nY fue en El pontón de don Gonzalo, la población que décadas más tarde se llamaría Puente Genil, donde Antonio Parejo y Cañero nació en 1807, meses antes del motín de Aranjuez y del dos de Mayo de 1808, cuando se desató en Madrid la primera revuelta popular que se terminaría convirtiendo en la guerra contra la ocupación napoleónica.
\r\nAntonio Parejo y Cañero fue el menor de los hermanos de una familia acomodada. Su padre, que murió siendo él un niño, fue caballero de la Real Maestranza de Ronda, una institución civil que fomentaba la equitación y cuya pertenencia suponía considerables privilegios, de la que formaban parte personajes con relevancia en la vida social y lealtad a la monarquía. Su hermana mayor, Encarnación, fue con el tiempo la primera condesa de Casa Padilla, título que concedió Isabel II a ella y a su marido, Francisco Fernández de Padilla.
\r\nTuvo una vida intensa, en buena medida novelesca. Siendo muy joven, y ya huérfano, se fue a vivir a Madrid. Se afilió al partido liberal, en lo que es posible que influyese la muerte trágica, ocurrida en Córdoba en Agosto de 1823, del cuñado de su hermana, Pedro Joaquín Fernández de Padilla. Este era un militar retirado, partidario de Riego, que en los años de la represión que siguieron al trienio liberal se refugió en Córdoba. Fue delatado y se suicidó para evitar ser linchado por las turbas que asaltaron su casa.
\r\nEn cualquier caso, Antonio Parejo y Cañero tuvo una intensa actividad política en el bando de los liberales. Intentó ingresar en la guardia real, también conocida como guardia de corps, aunque su adscripción política se lo impidió hasta después de la muerte de Fernando VII.
\r\nEstuvo a punto de embarcarse en Gibraltar junto con el general Torrijos, que en Noviembre de 1831 puso rumbo a Málaga, donde debía de encabezar una sublevación contra el régimen. Como es sabido, Torrijos y su grupo de cincuenta leales fueron víctimas de una trampa de los absolutistas, que los llevó, primero a prisión, y luego a ser fusilados en la playa malagueña de san Andrés. Por uno de esos lances del azar que cambian el destino del hombre en un instante, Parejo no llegó a embarcarse con sus compañeros debido a un accidente de última hora. Ese accidente le salvó la vida.
\r\nDe regreso en Madrid continuó combatiendo al absolutismo hasta el final del régimen, que llegó con la muerte prematura de Fernando VII en 1833. A partir de entonces, Parejo consiguió ingresar en la guardia real y después hizo carrera en el ejército, convirtiéndose en un distinguido personaje de la situación, en lo que resultó decisiva su íntima amistad con don Agustín Fernando Muñoz, duque de Riánsares. Muñoz era un oficial de la guardia real que acababa de casarse en secreto con la viuda de Fernando VII, la reina regente doña María Cristina de Borbón, un matrimonio que se celebró tan solo un par de meses después de la muerte del rey.
\r\nEsa amistad y su historial en las filas del liberalismo, dieron a Parejo un considerable ascendiente social y notable influencia en la corte. Es muy probable que este ascendiente fuese decisivo en la concesión del título de condes de Casa Padilla a favor de su hermana y su cuñado, años más tarde.
\r\nDesconocemos las causas, pero lo cierto es que Parejo y Cañero desaparece un buen día de la península y desembarca en la Habana, de donde no regresaría jamás. No es de descartar que fuese por la decepción que para un hombre de ideales debió de suponer el triste devenir de la nación durante la minoría de edad de Isabel II, una nación asolada por la inestabilidad política y por la guerra civil.
\r\nCuba, que se mantuvo fiel a la corona española a pesar de la emancipación de las nuevas repúblicas americanas tras la sublevación que encabezó Bolívar, era una pieza clave de nuestra política exterior y de nuestro comercio de ultramar. Como un contrapunto al Madrid borbónico, en la Cuba de finales de la tercera década del siglo Parejo se encuentra con una sociedad alejada de los afanes de la política europea, y en cambio muy volcada en el comercio y en el tráfico mercantil. La razón última de que la isla no se hubiese sumado al movimiento secesionista que segregó de la corona a la mayor parte de sus provincias americanas, no fue sino el clima de prosperidad de que disfrutaba.
\r\nLa importancia de su comercio marítimo, gracias a su ideal situación geográfica, y el cultivo del azúcar y del tabaco, hacían de Cuba un territorio propicio para el éxito de los emprendedores. Además, la considerable autonomía económica de que gozaba desde los años de las Cortes de Cádiz había templado las tendencias separatistas que triunfaron en otros territorios. Parejo y Cañero encajó en aquel ambiente y en poco tiempo se convirtió en uno de los grandes empresarios de la isla, en la que dirigió con éxito numerosas empresas y negocios.
\r\nEl siguiente acontecimiento que marcó su destino tuvo que ver con el conocimiento en la Habana de una dama, que se convertiría en su mujer: Susana Benítez. De ella sabemos que era de carácter fuerte y de corazón generoso. Y además muy rica. Unidos ambos patrimonios, el resultante era una de las mayores fortunas de la isla.
\r\nMientras tanto la situación política en España continuaba deteriorándose y las guerras carlistas y los constantes golpes de mano en la dirección del país hacían muy poco atractivo para el matrimonio el regreso a la península, cuando en Cuba gozaban de una sólida posición y prestigio.
\r\nPero, pasados los años, la prohibición del comercio de esclavos que impuso el gobierno, comercio que aun no existiendo en la península había sido tolerado en los territorios de ultramar, alentó en Cuba un movimiento secesionista promovido por las clases acomodadas y apoyado por los estados sudistas de Norteamérica, que sostenían los mismos principios esclavistas que los terratenientes cubanos. En consecuencia, el sentimiento antiespañol se acrecienta y el movimiento separatista progresa, así como las simpatías por los Estados Unidos de América.
\r\nEn Enero de 1.856, ese destino azaroso que le acompañó toda su vida entró de nuevo en escena, y, con solo cuarenta y ocho años y de un modo repentino, Antonio Parejo y Cañero falleció en la Habana. Poco antes había muerto el único hijo que el matrimonio había tenido, llamado Manuel.
\r\nOcurrió, además, en un momento histórico de gran inestabilidad en la isla, en el que las revueltas contra el gobierno central, por otra parte debilitado por el inacabable conflicto dinástico, eran cada vez más frecuentes. La situación originaba angustia e incertidumbre en el sector de la población que era favorable a la soberanía española.
\r\nNo es extraño por tanto que la joven viuda, Susana Benítez, aunque nacida y criada en Cuba, decida establecerse en la península, en la que nunca había vivido. Abandona la isla y se instala en Madrid, donde residió hasta su muerte a finales de siglo. Los restos de Parejo y Cañero y los de su hijo Manuel fueron trasladados desde la Habana a Sevilla, donde permanecen enterrados en el panteón de la familia.
\r\nY es así como Puente Genil se encuentra inesperadamente con su gran mecenas. Susana Benítez se acercó a conocer la ciudad en la que había nacido su marido, a sus familiares y a sus paisanos. Siendo, como era, una mujer con un gran patrimonio, fue muy generosa con el pueblo, financiando diversas obras sociales y de culto y haciendo numerosas donaciones. Era la época en que el pueblo empezaba a crecer por su parte alta y se diseñaba y empezaba a urbanizar el barrio de la Matallana. Puente Genil quiso corresponder a su liberalidad dando su nombre y el de su marido a las dos calles principales de este nuevo barrio.
01-05-2008 9:28 p.m.
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