El abrigo verde

Era un día de invierno y yo me encontraba en la puerta del escenario del Gran Teatro de Córdoba. Me fijé que desde la calle Morería avanzaba hacia donde yo me encontraba un hombre de elevada estatura, corpulento y que al llegar a mí me preguntó por D. Félix García (mi padre).

Le acompañé hasta su despacho donde se saludaron sin llegar aún a reconocerse pues su amistad databa de muchos años. Resultó que ese Sr. cuyo apellido era Aguirresarobe, era representante de una firma cinematográfica cuando todavía el cine era mudo. Resultó que se estaba proyectando una película titulada “El Capitán Blood”, y para darle más espectacularidad a la puesta en escena, se colocaron tras la pantalla unas tracas, que una vez encendidas imitaban el estruendo de los cañones del buque pirata.

Ahora venía a Córdoba para gestionar una temporada de Ópera que se realizó con el patrocinio de Excmo. Ayuntamiento.

Mi padre, el Sr. Aguirresarobe y yo fuimos a tomar café a los acogedores salones del Círculo de Labradores, y el que escribe estas líneas, permanecía atento a cuanto comentaban.

Recuerdo una frase del Sr. Aguirresarobe que decía; “la voz de un cantante de ópera debe ser como una bola de billar, debe llegar al fondo del teatro y volver”.

Cuando se marchó dicho señor, le comenté a mi padre sobre el abrigo de terciopelo verde que portaba y aquí viene el fondo de este escrito. Me dijo mi padre que ese abrigo era igual al que llevaba CHARLOT, cuando sin esperarlo nadie se personó en el Gran Teatro ante la sorpresa de todos a su paso por Córdoba.

Se le acomodó en la platea nº 5 y se le buscó un coche de caballos a la máxima urgencia. Acomodados en él, Charlot y mi padre realizaron una visita nocturna por Córdoba, cosa que agradeció.

Como ustedes comprenderán, es un honor para mí que un familiar tan cercano pudiera compartir unas horas de intimidad con el mejor actor de todos los tiempos. Y esta es la pequeña historia de un abrigo de terciopelo verde que yo he querido compartir con ustedes.