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Invierno, tiempo de tertulia, momentos para evocar a grandes toreros. Propongo que alrededor de nuestra chimenea taurina recordemos a una de las estirpes más grandiosas que han visto jamás los ruedos eternos de nuestra piel de toro; relajémonos y hablemos de los Gallos.
\r\nLa dinastía se abre con la figura de José Gómez, primero en utilizar tan glorioso apodo. Fue excelente y fiel banderillero de Lagartijo el grande, al que le unió una entrañable amistad, no obstante estuvieron juntos dieciocho años en los que fue testigo de la carrera profesional del más grande de los toreros del siglo XIX (la prueba más evidente de esa fidelidad es que estando su hermano en pleno auge no dejó la cuadrilla del Califa). Sólo abandonó al maestro cuando una vieja dolencia le hizo retirarse de los ruedos falleciendo al año siguiente, el 18 de abril de 1885, en su Sevilla natal. La página en la Historia estaba abierta.
\r\nLa afición de José prende en su hermano Fernando, figura clave para esta dinastía torera. Desde muy pequeño siente la llamada de la afición, lo que le iba a costar más de un disgusto con su padre, en un clásico de la tauromaquia con los viejos cerrados de Tablada como testigos. Tomó la alternativa en Sevilla de manos de Manuel Fuentes Bocanegra en 1876. Falleció el 2 de agosto de 1897, apenas un año después de que vistiera por última vez el traje de luces en la plaza de Barcelona, en su finca de Gelves, la que se había ganado en los ruedos y lugar fundamental para la historia del toreo al ser cuna y escuela de los grandiosos toreros que fueron sus hijos. Poco antes del óbito llamó a su mujer Gabriela y le dijo: “te dejo con seis hijos y poco dinero pues mi enfermedad se ha llevado mucho gastos. Pero mientras nuestro hijo Rafael tenga un capote en las manos, no os quedáis ninguno sin comer”. No le faltaba razón, grandiosa herencia la que dejaba el segundo de los Gallos.
\r\nEste ojo para detectar grandes toreros no lo tuvo sólo con su hijo, lo mismo pasó con nuestro segundo Califa. Toreaba Fernando el Gallo en la feria de Córdoba y por las mañanas se daban unas novilladas para los muchachos que empezaban, uno de ellos era Rafael Guerra. Allí estaba el Gallo que al ver al todavía niño actuar se dirige a su mozo de espadas para que le pidiera que más tarde fuera a verlo al hotel. Se presenta Rafael y le pregunta Fernando por su nombre, “me llamo Rafael Guerra llaverito” le contestó, a lo que el Gallo respondió, “no señor, tú desde hoy serás Rafael Guerra, Guerrita”, y ordenó a su mozo de espadas que le comprara un billete para Madrid porque se lo llevaban en su cuadrilla. Había surgido uno de los apodos más sublimes de la historia taurina y se iniciaba la carrera que lo corroboraría.
\r\nSurgió una estrecha relación entre Guerrita y esta familia torera, siendo muy frecuentes las visitas de los hijos de Fernando a Córdoba para pasar unos días con el viejo Califa ya retirado de los ruedos. En una de ellas surgió la mítica fotografía en la que se ve a Rafael y José con Guerrita y Machaquito (también entrañable amigo de los Gallos), donde hasta el más profano en temas taurinos puede afirmar que en ella hay retratados cuatro grandes toreros.
\r\nGuerrita opinaba que los toreros que más había admirado eran Lagartijo y Joselito, pero que al que había visto torear mejor fue a Rafael el Gallo, tercero de la dinastía que nos ocupa. Efectivamente todos los que alcanzaron a ver a Rafael Gómez Ortega coinciden con la apreciación del Califa, pero su irregularidad era otro de sus rasgos más acusados. Por ejemplo un año en Madrid le echaron el toro al corral y tenía que volver a torear al día siguiente, llegó un banderillero suyo del sorteo y le preguntó sobre lo que decía la gente, a lo que este contestó: “¡Qué van a decir maestro!...Que el toro de ayer le está buscando todavía por la calle de Alcalá...” El maestro con una leve sonrisa dijo: “Esta noche no se hablará en España más que de Rafael el Gallo” y formó uno de los alborotos más grandes que se recuerdan en Madrid. Esta es, resumida en un ejemplo, la carrera de uno de los toreros que con más calidad ha toreado en toda la historia.
\r\nEl motivo hay que buscarlo en su compleja personalidad. Era una persona afable y muy inteligente, pero en contradicción podía pecar de ingenua; pésimo administrador de sus bienes apenas ahorró un duro cuando fue uno de los toreros que más dinero ha ganado en esta profesión. Pasaba largas temporadas perdido en tierras americanas, siendo un misterio lo que por allí hacía. Persona dispuesta siempre a ayudar a los demás, gran torero y mejor aficionado pero dado a la melancolía y a distraerse, era sin duda un genio cuya vida se vio reflejada en los ruedos.
\r\nUna anécdota muy simple pero que demuestra lo complejo del carácter de Rafael el Gallo viene al hilo de su amigo Guerrita. Un día estaban empezando a comer toda la familia cuando un locutor radiofónico de la época estaba criticando duramente al Guerra, Rafael se levantó de la mesa y espetó: “este mamarracho quiere hacer una historia del toreo nueva para él”, dejó la comida a medias y se encerró toda la tarde en su habitación. Complejidad y sensibilidad eran rasgos que adornaban a este hombre.
\r\nMúltiples anécdotas surgieron de la boca de Rafael el Gallo, algunas muy famosas. Una que podemos incluir aquí es lo que contestó cuando alguien le advirtió de que una corrida de Miura que iba a torear era demasiado grande, “No, si yo no me voy echar los toros a cuestas”, contestó. Rafael el Gallo murió en Sevilla en 1960, llevándose consigo todo su insondable misterio y dejándonos escrita su grandiosa página en la historia del toreo.
\r\nEl segundo de los hijos de Fernando, del mismo nombre, también quiso ser torero, lógico en el ambiente que se respiraba en la familia. Utilizó el apodo de Gallito y tras su etapa novilleril pasó a la de peón, donde no pudo destacar por estar mermado físicamente debido a una enfermedad que lo llevó prematuramente a la muerte. Pero la cumbre dinástica estaba aún por llegar con el menor de los hermanos, José Gómez Ortega, Joselito o Gallito para la eternidad. En la universidad taurina de Gelves se formó este precoz talento que desde muy joven, con arrogancia y una sabiduría impropia de la edad, se hizo el amo de la Fiesta. Cuando iba a debutar como novillero en Madrid, al ver que los novillos eran demasiado pequeños exigió que le echaran dos toros de una corrida que estaba preparada para el domingo siguiente, le formó tal escándalo al toro que los revisteros de la época apuntaban que la plaza gritaba: ¡Lagartijo!¡Lagartijo!, como si estuviera contemplando la resurrección del viejo califa.
\r\nOtra prueba más de la fuerza con la que llegó Gallito al toreo y la seguridad en sí mismo que tenía, es esta conversación que tuvo con el entonces veterano maestro Machaquito. Ricardo Torres Bombita, rival en los ruedos del torero cordobés, tuvo una polémica con Rafael el Gallo que afectó mucho a este, Joselito tenía entre ceja y ceja vengar a su hermano por lo que se dirigió a Machaquito, por cierto amigo íntimo de su tocayo el Gallo, y le dijo: “¿Cuándo se retira usted? Lo digo porque como se que es tan amigo de mi hermano Rafael no quiero hacerle daño, porque a por el que vengo es a por Bombita, le voy a anular por todo el daño que le ha hecho a mi hermano”. Machaquito sorprendido pero prudente no le replicó al pipiolo, pero como de tonto no tenía un pelo y viendo que lo que le decía era de verdad, días después advirtió a Bombita de que ese año se retiraba; al porqué de Ricardo le respondió, “porque ha llegado mi hora y tú vete retirando también que el hermano pequeño de Rafael viene arreando... y no viene a por mí, sino a por ti que me lo ha dicho, porque quiere quitarte del toreo”. Efectivamente, así fue.
\r\nLa grandeza de este torero es comparable a la de Lagartijo y Guerrita pero con una diferencia, los dos cordobeses no tuvieron rival mientras que el sevillano tuvo la fortuna de encontrarse con un torero totalmente distinto a él pero que sí le pudo dar la réplica; esta coincidencia en la Historia del toreo no suele darse, viviéndose entonces la página más dorada que vieron los tiempos para los aficionados a la Fiesta. Obviamente nos estamos refiriendo a Juan Belmonte García.
\r\nLos Toros tienen un componente de paradoja, que también se ve reflejado a la hora de las grandes tragedias. El estoqueador más sublime que ha pisado la arena (con permiso del mencionado Machaquito) murió estoqueando un toro en la plaza de Linares y el torero más poderoso que ha habido, Joselito, murió por una cornada de un toro chico en la plaza de Talavera. Al enterarse Guerrita, desde su “trono” de la calle Gondomar, exclamó: “Habrá toros porque eso es ley de vida..., pero el toreo, lo que es el toreo, eso... se ha acabado esta tarde”. Belmonte en la capilla ardiente de su rival y amigo dijo: “Cuándo este está aquí, los demás seguimos vivos de milagro”.
\r\nPosteriormente la dinastía tuvo su continuación en un sobrino de Rafael y José, hijo de su hermana Gabriela, Rafael Ortega, también apodado Gallito y aunque fue un buen torero, con la cúspide que había vivido la fiesta en la figura de sus tíos la página estaba más que completa; sobre todo con este José que una tarde de mayo en Talavera hizo exclamar a Guerrita: “el toreo, lo que es el toreo, eso... se ha acabado esta tarde”. Todavía hay aficionados que piensan así.
01-10-2007 6:37 p.m.
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