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ENERO 2007  /  LITERATURA

Ibn Quzman, de Córdoba a San Petesburgo

01-01-2007 9:48 p.m.

Los poetas más aclamados del Al Andalus medieval, Ibn Hazm e Ibn Zaydum, sembraron en su sucesor Ibn Quzman (1086–1160) el poder de la palabra. Ellos, que gracias a sus versos enamoraron a mujeres y políticos, fueron el más claro ejemplo de los muchos significados que las letras pueden alcanzar en la sociedad. De este modo, Ibn Quzman supo combinar esa atracción con un nuevo elemento, la sencillez. Sus versos no eran sólo para visires o princesas, también los escribía para el pueblo. El poeta andalusí ofrecería una descripción sin remilgos de las costumbres de la España árabe, con aristócratas devaluados, jueces venales, alfaquíes hipócritas e intolerantes: una sociedad a la vez epicúrea y reprimida, orgullosa y sojuzgada, hija de la dictadura de Almanzor y del ambiente relajado de los reinos de Taifas. Esa, por supuesto, era una visión subjetiva ya que su posición de rico y vividor le hacía tener el fácil beneplácito ante sus críticas.

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Respecto a su estilo, Ibn Quzman no fue fiel, como parece, al espíritu de sus versos. Comenzó publicando versos de corte clásico como una colección de moaxajas, pero fracasó. Su inteligencia le hizo ver la claridad que un nuevo tipo de poesía podía aportar riqueza y futuro a sus versos denostados, como la establecida por Abu Tamman. En ese instante el poeta se separa del clasicismo para innovar con el zejel, padre y hermano, a la vez, de la jarcha. Este estilo inculto y pedante a primera vista, si es estudiado en su contexto, alcanza una gran riqueza. En cuanto a métrica, el zejel era un estribillo de dos versos, parecido a un pareado, que había sido utilizado años antes por el zaragozano Ibn Bayya. Respecto a su fuente, destaca la utilización del árabe coloquial andalusí que además enriqueció con “Romancismos”, que eran palabras provenientes y adaptadas de las lenguas romances de Iberia. Esa mezcla del lenguaje llano y rítmico convertía los zejeles en canciones, cuyo fin era atraer más a las multitudes en pro de la fama.

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Lindos ojos habéis, señora,

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de los que se usaban agora.

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Vos tenéis los ojos bellos,

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y tenéis lindos cabellos

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que matáis con solo vellos

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a quien de vos se enamora.

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Lindos ojos habéis, señora,

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de los que usaban agora.

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El conocimiento de este estilo se lo debemos a su Cancionero, cuyo códice fue descubierto en San Petersburgo a finales del siglo XIX. Ese documento recuperado inexplicablemente en la ciudad rusa es también el texto que proporciona los datos que se conocen sobre su biografía, ya que en sus composiciones el poeta habla también de sí mismo. Se describe de muy buena imagen y figura, alto, rubio, de ojos azul claro, libertino y malcasado; igualmente se vanagloriaba de no saber nada y de no haber visto nunca el mar y que sufrió represión y cárcel por su vida licenciosa y poco escrupulosa con la religión”.

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Esos detalles son sólo pincelada de su extensa y rica vida. Su posición rebelde en una noble familia cordobesa, llamada Banû Kuzmân, le hizo mezclarse con el pueblo, conocer sus vicios y perseguir el reconocimiento. De vastísima cultura, conocería los mejores poetas de la revolución andalusí, el amplísimo abanico de escuelas de pensamiento y filósofos, la jurisprudencia y la retórica, además de la historia, tradiciones y otros conocimientos científicos. Ostentó el título de nobilísimo visir como dictan sus escritos, más en un sentido irónico y con sorna, que realmente por el título como tal, que por aquella época ya había perdido la importancia que tuviera antaño. Vivió de sus canciones y antologías, viajando por numerosas ciudades y pueblos, y participando en certámenes literarios y en toda clase de lances picarescos y libertinos.

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Es en su obra donde se refleja no sólo su biografía personal, sino la mejor exposición de todo el conjunto social que convivió y conformó la forma de ser y las relaciones sociales e individuales de la nación andalusí. Más que un poeta a secas, nuestro zejelero supone todo un acopio de estilos, costumbres, formas de ser y sentir la vida, que constituyen el mejor exponente y testigo de lo que debió ser aquella gran formación histórica andalusí.

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