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ENERO 2008  /  HISTORIA

Séneca o las contradicciones de un sabio

01-01-2008 2:14 p.m.

España dio a Roma importantes escritores, oradores, poetas, hombres de ciencia y gobernantes, pero sin duda la figura más destacada en la filosofía del Imperio, y la que mayor huella histórica ha dejado de todos los filósofos que produjo Roma, fue el cordobés Séneca. Adentrarse en su vida es bucear en la complejidad de un personaje, contradictorio y difícil de definir, admirado por unos y criticado por otros, que aún hoy sigue planteando grandes interrogantes.

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Lucio Anneo Séneca nació en Córdoba en el año 4 a. C. cuando Corduba era la primera ciudad romana de la Hispania Ulterior. Hijo de Marco Anneo Séneca, “el retórico” y de la culta Helvia, pertenecían ambos progenitores a familias ricas e ilustradas. Los Helvios de la familia materna eran importantes miembros de la oligarquía de la Bética, mientras los Anneos fueron una familia que desarrolló una gran actividad política, claro exponente de la contribución cordobesa a la cultura y a la política latina con ilustres ejemplos, además del propio Séneca, como los del poeta Lucano, el geógrafo Mela y Galión, el que fuese interlocutor de San Pablo.

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La carencia de datos históricos durante su corta estancia en Córdoba, y los pocos detalles conocidos de la infancia y adolescencia del filósofo, nos mueven más en el terreno de la suposición que en el de la certeza, lo que sólo nos permite trazar un breve esbozo de este período de la vida de Séneca. Sabemos que creció en Roma, donde sus primeros estudios los cursaría en su casa con un preceptor, hecho muy habitual en las familias acomodadas. Si bien, seguramente las enseñanzas de un gramático lo iniciarían en la elocuencia y en la literatura griega, fue la figura paterna, un retórico de reconocido prestigio, quien influiría para que la educación de su hijo tuviera una sólida formación en el arte de la retórica, la oratoria y la moral. Pronto el joven Séneca se sentiría atraído por su verdadera vocación, la filosofía, recibiendo las enseñanzas de varios maestros como el ecléctico Ostión, el estoico Attalo y Papiro Fabiano, que marcarán su pensamiento y obra posterior.

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Bajo la influencia paterna, se inicia su carrera política, alejándose momentáneamente de su vocación filosófica. Sin embargo, la búsqueda de un mejor clima para reponerse de sus afecciones pulmonares, motivaron que en el año 25 viajara a Egipto, donde era prefecto Cayo Galerio, marido de su tía. Su estancia en la tierra del Nilo facilitará un nuevo acercamiento a la filosofía y un mayor enriquecimiento de la misma, gracias a su descubrimiento de la cultura egipcia y de las filosofías alejandrinas, instruyéndose en el pensamiento de los estoicos tardíos. Todo ello posibilitará posteriormente el eclecticismo y humanismo como principales aportaciones de Séneca a la filosofía estoica.

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A su regreso a Roma, en tiempos de Tiberio, vuelve los ojos de nuevo a la política, distinguiéndose pronto como abogado para desempeñar posteriormente los cargos de cuestor y cónsul. Pero demasiado pronto descubrirá un hecho que será una constante en su vida: la cercanía al éxito desata la envidia y con ella se desencadena el drama. En efecto, su magnífica retórica despertó los celos del nuevo emperador Calígula, quien lo condena a muerte, aunque quedará indultado al considerar que el delicado estado de salud por el que pasaba Séneca haría innecesaria tan drástica determinación. Pero el destino no esperó mucho para volver a darle la espalda. La subida al trono de Claudio y la enemistad personal con Séneca de Mesalina, esposa del emperador, hicieron que el pensador fuera desterrado a la isla de Córcega, por un supuesto delito de adulterio con Julia Livia, hermana de Calígula y sobrina de Claudio. El exilio era uno de los peores castigos que podía sufrir un ciudadano romano, peor que la muerte, porque ponía a prueba la “virtus” del filósofo caído en desgracia. Durante este período escribe dos obras: Consolatio ad Helviam, consolación dirigida a su madre para confortarla del pesar de su destierro y Consolatio ad Polybium, dedicada en apariencia a elevar el ánimo de un liberto de Claudio que pasaba por circunstancias adversas, esconde una alabanza al emperador en espera de su perdón.

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La muerte de Mesalina y el posterior matrimonio de Agripina con Claudio, posibilitarán la vuelta de Séneca a Roma, tras ocho años de destierro. La nueva esposa del emperador quería que el filósofo se ocupara, junto con Afranio Burro, de la educación de su hijo Nerón, pasando de este modo a convertirse Séneca en uno de los hombres más importantes del Imperio. El momento culminante de poder para el filósofo llegó tras la muerte de Claudio, cuando su pupilo se convierte en emperador. Momento culminante y principio de su tragedia personal. El filósofo intentó enseñar a Nerón su visión estoica de la vida, pero fracasó. Difícil papel el que le deparaba el destino: consejero de un tirano ebrio de poder. Su vida a partir de ese momento se debatió entre la colaboración para mejorar en lo posible un régimen abocado al despotismo o alejarse del poder. Al principio eligió la primera opción y los primeros años de mandato de Nerón se caracterizaron por la honestidad y las reformas fiscales y judiciales, alcanzando Roma un floreciente desarrollo. Sin embargo, con el tiempo, Nerón se fue alejando de sus consejos, perdiendo Burro y Séneca toda su influencia sobre el joven emperador. Dos acontecimientos precipitarán la retirada de Séneca de la vida pública. En el año 59 el emperador manda asesinar a su propia madre, Agripina, y tres años después le tocará el turno a Burro. En este momento Séneca ya sabe que ha perdido toda su influencia sobre emperador y, retirado de la política, dedica su tiempo y esfuerzo a su filosofía. En este período, desde el año 62 al 65, el pensador escribe algunas de sus obras más importantes, como su famosa Naturales quaestiones, donde analiza los problemas relacionados con los fenómenos naturales desde una perspectiva filosófica, justificando su idea de la divina providencia, causa que motiva que todo lo que acontece está determinado por un designio divino.

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Y, precisamente, un trágico designio divino parece precipitar el drama final de Séneca, cuando, acusado de participar en la conspiración de Pisón, se ve obligado, por orden de Nerón, a poner fin a su vida, decisión que Séneca –de acuerdo con su doctrina- adoptó estoicamente como liberación final de los sufrimientos de este mundo. Se suicidó cortándose las venas y bebiendo cicuta para acelerar el momento de su muerte. De este modo, paradójicamente, el hombre al que se le había criticado vivir entre el lujo y la riqueza de espaldas a la austeridad que predicaba, al final de su existencia sí supo ser consecuente con sus ideas filosóficas y, como buen estoico, se entregó a lo inevitable, acogiendo su destino en vez de sufrirlo. Como él mismo señalara en su Carta 24, ante el suicidio, el sabio es dueño de sí y, aunque la razón puede llegar a aconsejarle acabar, el varón fuerte y sabio no debe huir, sino serenamente salir de la vida. Y en ese momento final, en la salida serena de su vida, supo estar a la altura de las circunstancia, conservando una serenidad estoica. Estaba preparado para morir, llevaba toda una vida preparándose para ese momento.

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Provinciano y universal, romano de la Bética por nacimiento y cosmopolita por convencimiento, cultivó la filosofía, la retórica, la tragedia y la sátira. Fluctuó entre la política y el pensamiento. Aduló y satirizó al poderoso. Pero ni cuando estuvo más cerca del poder, olvidó que el filósofo es un médico de las almas, y quizá por este motivo los hombres durante siglos hallaron en él una guía espiritual de consolación y estímulo. Y hoy, dos mil años después, podemos afirmar que ningún pensador moral de la antigüedad pagana ha ejercido tan universal y duradero influjo en la historia del espíritu occidental como lo hizo el cordobés Séneca, uno de los más grandes escritores clásicos nacidos en la Península Ibérica.

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