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Sucede con demasiada frecuencia, muchísima más de la deseable, que los escritores se encaran al folio en blanco sin saber lo que van a decir, toman el lápiz, garabatean con desenfreno y juntan palabras (a ser posible esdrújulas, que quedan mejor y cargan el texto de sonoridad y cierto halo de erudición). Desgraciadamente, abundan los escritores que, a falta de ideas claras que transmitir, emborronan cantidades ingentes de papel para, acto seguido, buscar en sus propias palabras el sentido de aquello que no lo tiene; es decir, por decirlo de otro modo, enturbian las aguas para que parezcan más profundas. Valle- Inclán los llamaba “cagatintas”… y no andaba muy desarcertado.
\r\nUn escritor, antes que nada, es un pensador, alguien que tiene algo que contar. Un buen escritor, además, sabe cómo contarlo. La literatura se construye con ideas y, para desgracia de los aficionados a la literatura, hay mucho tonto manchando papeles.
\r\nEste mes queremos volver a homenajear a Séneca y a Lucano, dos escritores que sabían cómo radiografiar el alma humana, cómo acotar el infinito en las rígidas estructuras del lenguaje, cómo ayudarnos a percibir el íntimo y cotidiano temblor de la vida.
\r\nDicen que los buenos libros son aquéllos que crecen con el lector, aquéllos que nos acompañan a lo largo de una vida y nos dicen cosas distintas a los veinte, a los cuarenta y a los sesenta años. Séneca y Lucano no se agotan en sí mismos, en su literatura se crece y, al mismo tiempo, su literatura crece con nosotros. Imprescindibles en cualquier biblioteca que se precie, sus obras deberían reposar más a menudo en las mesillas de noche, deberían ser abiertas con liturgia, con devoción.
\r\nLucio Anneo Séneca, sin lugar a dudas, es uno de los más grandes pensadores de la Historia. La sencillez de su prosa encierra más profundidad de aquélla a la que nuestros pensamientos son capaces de descender. Séneca llega bastante más lejos de lo que nuestra imaginación nos permite y, sin embargo, sus ideas se reconocen próximas y útiles. Tiene la grandeza de parecer evidente en sus reflexiones. Cuando escribe, da la sensación de desnudar verdades incuestionables a las que el lector, poco a poco, les va quitando el precinto. Después de su lectura, nos invade la certeza de haber descubierto algo que siempre estuvo rozando nuestra retina; tan cerca, que no lo veíamos. Séneca ayuda a vivir; la vida, vista a través de sus ojos, es más fácil y más sencilla.
\r\nSu obra se estructura en cuatro bloques: diálogos morales, cartas, tragedias y epigramas. No obstante, todo queda enhebrado por un mismo hilo conductor: todos sus textos son consecuencia de una profunda reflexión; de ahí, quizás, la fuerza que adquieren sus palabras.
\r\nSon muchas las máximas del sabio cordobés, tantas que abruman. Cada uno de sus pensamientos se arropa con la contundencia de las frases célebres, de aquéllas que nos ayudan a brujulear con el pensamiento para llegar a sitios a los que no hubiésemos sido capaces de acceder por nuestro propio pie. Citaremos algunas de sus sentencias, con la esperanza de que el lector tire del hilo inagotable de su obra.
\r\n“Todas las cosas nos son ajenas, sólo el tiempo es nuestro”.
\r\n“Rico es el que se lleva bien con la pobreza”.
\r\n“No es feliz el que no cree serlo”
\r\n“Es trabajoso tener a todos como amigos, basta con no tenerlos como enemigos”.
\r\n“El camino más corto para alcanzar las riquezas pasa por despreciarlas”.
\r\n“No nos atrevemos a muchas cosas porque son difíciles, pero son difíciles porque no nos atrevemos”.
\r\n“No tenemos poco tiempo, es que hemos perdido mucho”.
\r\n“Morirás, no porque estás enfermo, sino porque estás vivo”.
\r\nSéneca fue condenado a suicidarse cortándose las venas. Dicen que, cuando la Pálida Dama viene a darnos el último beso, todo se relativiza y el sentido de la vida sale de su escondite, rompiendo sus ampulosos ropajes para mostrarse tal cual ante nuestros ojos. La Muerte nos acerca a la Verdad. Desconocemos cuáles podrían ser los pensamientos que arañaban la cabeza de Séneca mientras la vida se le iba a borbotones; pero, sin duda, soportaría tan duro trance con la tranquilidad del sabio que sabe que es precisamente la muerte la que le da sentido a toda esta farsa que es vivir.
\r\nMarco Anneo Lucano fue sobrino de Séneca. Más literato que su tío, pero menos hondo en sus reflexiones. Séneca vivía más de ojos para adentro; mientras que Lucano quiso permanecer la mayor parte del tiempo asomado a la ventana de la vida, jugando a vivir con las reglas humanas y procurando romperlas en la medida de lo posible.
\r\nNo se nos malinterprete, Lucano, aunque en menor medida que Séneca, supo cogerle el pulso a la realidad como pocos escritores lo han logrado en el curso de la Historia.
\r\nSu literatura, sin duda, como la de tantos escritores, está muy influida por sus relaciones con el poder. Escribir es luchar contra la vida y, en la medida en la que todo se nos vuelve en contra o el enemigo nos enseña los dientes con ferocidad, la pluma se afila y las palabrasse rompen en toda su plenitud. Hay más inspiración en el rencor o en el resentimiento que en la felicidad.
\r\n“Los hombres temen a los mismos dioses que han inventado”, es una de las perlas que nos dejó. Sin duda, merece la pena bucear por sus páginas. Su principal obra fue Farsalia, dicen que la epopeya más grandiosa que se ha escrito después de la Eneida de Virgilio. Un poema inacabado, como la vida misma.
\r\nEl lector, a buen seguro, agradecerá que, para resaltar la importancia de Farsalia, utilicemos las palabras de Marcelino Menéndez Pelayo: “¿Quién ha de negar que la Farsalia, además de haber sido para los modernos el tipo de la epopeya histórico-política, era un poema novísimo por el alarde y el abuso del detalle pintoresco, por la entonación solemne y enfática, por el pesimismo sentencioso y principalmente por la concepción de lo divino, tan diversa de la concepción homérica y virgiliana? Poema abstracto y triste el de Lucano, árido en medio de la afectada prodigalidad de color; poema sin dioses ni ciudad romana, pero henchido de misteriosos presentimientos románticos, y alumbrado de vez en cuando por la misteriosa luz de las supersticiones druídicas y orientales. Recuérdense los terribles cuadros de la hechicera de Tesalia y de la evocación del cuerpo muerto, o bien los prodigios del bosque sagrado de Marsella, y se comprenderá hasta qué punto es poeta moderno Lucano, y que no ha sido mera ingeniosidad de la crítica el suponer que, no ya solo el arte de Góngora, sino el arte de Víctor Hugo, se hallan en él en germen”.
\r\nEn definitiva, un lujo para el alma y los sentidos. Difícilmente, los cordobeses, por mucho que exageremos, seamos capaces de valorar en su justa medida la obra de estos dos grandes escritores. Nuestra obligación, desde luego, es intentarlo.
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