Claudio Marcelo

En pleno centro neurálgico de nuestra ciudad, con los cotidianos papeleos, idas y venidas de un acelerado estilo de vida, paseamos en incontables ocasiones junto a los restos arqueológicos que de un monumental y esplendoroso templo nos han quedado cómo muestra de la grandiosidad que Córduba pudo llegar a tener, el templo de Claudio Marcelo y sus famosas columnas no paran de recordarnos el origen de la ciudad.

En las ciudades romanas el tramado urbano se disponía entorno al foro, lugar donde se desarrollaban buena parte de las actividades comerciales y económicas de la urbe; entorno a dicho foro era donde se disponían los edificios civiles y religiosos más destacados, componiendo en su conjunto el marco funcional y propicio para el desarrollo de la vida política y social de sus habitantes.

Los romanos recopilaron técnicas etruscas y griegas en su arquitectura así cómo buena parte de la mitología griega la cual irían ampliando con nuevas divinidades, incluyendo el culto en los hogares y a los gobernantes, a los cuales ascendían a la categoría divina para justificar su poder y el de sus herederos.

Imaginemos la cantidad de templos, unos de mayor importancia que otros, que bajo nuestro suelo debieron coexistir, aunque aún no se conoce demasiado en ésta materia ya que los restos son escasos, lo que sí que nos consta es que existieron templos de grandes proporciones, algunos reconvertidos en iglesias, por ejemplo debajo de la iglesia de San Miguel pudieron existir sendos templos, aunque desconocemos más datos.

Podemos tener conocimiento de dichos supuestos templos por la información que una vez más nos aporta la epigrafía y sus fuentes, epígrafes votivos a diferentes divinidades que nos remiten a que estarían depositados en su correspondiente templo, y así vamos creando una idea de los edificios dedicados al culto divino.

El único resto evidente que se ha encontrado en la ciudad es parte de lo que fue el templo de Claudio Marcelo, conservado junto al ayuntamiento. Su estado dificulta su interpretación ya que se encuentra a nivel de cimentación; El vasto conjunto comenzó a realizarse bajo el auspicio del emperador Claudio (41-54 d.c.), y completado bajo Domiciano (81-96 d.c.).

En el siglo XVI ya se tenían indicios de algunos restos en dicha zona donde se encuentra el templo, era llamado “Los Marmolejos”, y destacaban restos de fustes, capiteles, columnas, etc.

A partir de 1951, se iniciaron las primeras excavaciones de la mano de Don Samuel De Los Santos Gener, director del museo arqueológico por aquel entonces, del que ya les he hablado en más de una ocasión, y Félix Hernández; Antonio García y Bellido se sumaría a la investigación en 1958, y a él se debe la interpretación que se hizo de que los restos pertenecían a un gran templo romano que se elevaba sobre un podium.

En 1985 se reanudaron las excavaciones que habían sido interrumpidas.

El gran templo podría revelar las grandes expectativas ambiciosas de sus promotores, quizás debido a que pudiera estar dedicado al culto al emperador, aunque no se dispone de datos concluyentes al respecto.

Formó parte de un gran complejo arquitectónico, el foro provincial, que contenía un pórtico que lo circundaba por los lados norte, oeste y sur y un circo en el este, frente a la fachada principal, y paralelo a la Vía Augusta, donde se desarrollaban las carreras de caballos.

Para levantar el edificio se tuvo que construir una importante terraza artificial para solventar el desnivel de la zona, la cual se puede observar en la actualidad. Para asegurar la terraza y que no se derrumbase se alzó un muro de contención, tan recomendado en los escritos de Vitrubio, el muro se realizó entorno a los elementos contrafuertes denominados “anterides” dispuestos en forma de abanico, restos de dicho muro, aunque algo transformado, puede visitarse en la calle Capitulares, y en el propio ayuntamiento pueden observarse cimentaciones de los pórticos que enmarcan al templo por tres de sus lados.

J.L Jiménez Salvador director de las excavaciones realizadas a partir de 1985, describió las reconstrucciones que Hernández realizó de buena parte de las columnas y capiteles, ya que le ayudó dicha reconstrucción a interpretar buena parte del conjunto, la cota máxima de altura, etc.

Parte de lo que el visitante puede contemplar es la reconstrucción que sobre restos descubiertos Félix Hernández realizó.

La puerta oriental de entrada a la ciudad, situada en la famosísima Vía Augusta, se encontraba en la zona del actual ayuntamiento, frente al imponente templo, así que presuponemos que tanto su ubicación en el entramado urbano, y su elevación sobre la terraza artificial, concedían al templo un lugar privilegiado desde donde alcanzaría un notable protagonismo ante la mirada del visitante que lo contemplaría en lo más alto del conjunto.

Arquitectónicamente era un templo hexástilo, seis columnas en el pórtico –in antis-, y pseudoperíptero (las columnas se adosan al muro) de diez columnas en el lateral, de las cuales siete se adosaban al muro de la cella (lugar donde se depositaba la imagen divina) , en la fachada posterior no tenía columnas.

Anteriormente a la fase de construcción del conjunto existió una etapa de ocupación del territorio, cuyas estructuras fueron arrasadas para la construcción del conjunto monumental.

Los materiales utilizados en el conjunto eran principalmente locales, calcarenita, caliza nodulosa violeta, y para los elementos más destacados en columnas, capiteles y escultura se utilizó el mármol blanco.

De la terraza superior es de la que más información se tiene y puede visitarse, en cambio existieron dos terrazas a diferente nivel, una donde se situó el circo y otra posible terraza intermedia entre el circo y el templo que serviría de vínculo entre ambos monumentos. Así el conjunto quedaría dispuesto en diferentes desniveles sobre los que destacaría el templo.

El templo de Claudio Marcelo constituiría un claro ejemplo de propaganda imperial contribuyendo a crear una determinada imagen de la ciudad de Córduba.