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Suele suceder que una tarde, especialmente si la lluvia lagrimea en los cristales, nos sentimos inspirados y nos da por creer que todo el monte es orégano (o, como diría el poeta, que todo el monte de Venus es orgasmo) y garabateamos pensamientos sobre la nívea blancura de un cuaderno. La verdad, en demasiadas ocasiones, es triste: una cosa es la sensibilidad, que está al alcance de cualquier alma a flor de piel, y otra bien distinta es la poesía. Un pensamiento puede llegar a ser poético y, sin embargo, quedarse muy lejos de ser poesía.
\r\nEn los tiempos que corren, no es fácil distinguir la poesía de la prosa. Se ha llegado a afirmar que, en la poesía, las palabras dicen más de lo que dicen, mientras que, en la prosa, dicen lo que dicen. Quizás. Sin embargo, escribir en verso implica el sometimiento a unas normas métricas, rítmicas, una sujeción a la cadencia interna del lenguaje. La rima es prescindible, pero aporta al verso mucho más de lo que hoy en día se nos pretende hacer creer.
\r\nDesde luego, romper las reglas del juego es una licencia permisible y deseable en muchas ocasiones, pero para quebrar esas normas, llegado el momento, el poeta ha de conocerlas. Robert Frost sostenía que escribir verso blanco equivale a jugar al tenis sin red. A veces, da la sensación de que la inmensa mayoría de los poetas actuales no se somete a las reglas de la métrica y la rima porque sencillamente las desconoce. A todos aquellos que dicen que la métrica es la claustrofobia del sentimiento, habría que recomendarles que leyeran a Machado y a Miguel Hernández, o a Quevedo y a Góngora.
\r\n“Poesía es todo lo que se mueve, el resto es prosa”, afirma Nicanor Parra, y no le falta razón. Los versos de Góngora, llenos de sombras y oscuridades, no dejan de moverse; cuando volvemos a ellos, nos damos cuenta de que no están donde los dejamos la última vez. Su obra fluye, crece y retoña con la magia de las palabras que no caducan, sino todo lo contrario. Es capaz de componer poemas de amor y poemas satíricos con la misma facilidad. El clavel y la espada.
\r\nDon Luís de Góngora y Argote nació en Córdoba, en 1561. Sus padres fueron don Francisco de Argote y doña Leonor de Góngora; alteró sus apellidos, dicen que por motivos de sonoridad. Fue sacerdote y racionero de la Catedral. Sin embargo, no nos equivocamos si decimos que carecía de toda vocación religiosa. De hecho, fue amonestado por el obispo Pacheco por dedicar su ocio, y lo que no es su ocio, a componer versos satíricos, jugar a las cartas y otras actividades poco propias de un hombre de Dios. Las pocas veces que asistía al coro, no paraba de hablar. Era pendenciero y, por lo que nos cuenta Ramírez de Arellano, de joven, se batió en duelo por una muchacha.
\r\nPerdió la memoria y murió de una apoplejía en la más absoluta pobreza, el 23 de mayo de 1627.
\r\nEn su obra se aprecian dos periodos: uno más liviano, por denominarlo de alguna manera; y otro, a partir de 1610, en el que se oscurece, se vuelve más indescifrable. De hecho, para afrontar su poesía, hace falta una considerable cultura (por ejemplo, su obra está sembrada de guiños mitológicos, cosa rara en alguien que no debiera creer en dioses paganos).
\r\nComo muestra de sus poemas de amor, citaremos su soneto más célebre:
\r\n\r\n
“Mientras por competir con tu cabello,
\r\noro bruñido al sol relumbra en vano;
\r\nmientras con menosprecio en medio el llano
\r\nmira tu blanca frente el lilio bello;
\r\nmientras a cada labio, por cogello.
\r\nsiguen más ojos que al clavel temprano;
\r\ny mientras triunfa con desdén lozano
\r\ndel luciente cristal tu gentil cuello:
\r\ngoza cuello, cabello, labio y frente,
\r\nantes que lo que fue en tu edad dorada
\r\noro, lilio, clavel, cristal luciente,
\r\nno sólo en plata o vïola troncada
\r\nse vuelva, mas tú y ello juntamente
\r\nen tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.”
\r\n\r\n
Sus letrillas son insuperables. En ellas, encontramos su lado más juguetón. Citaremos el fragmento de una en la que aprovecha el estribillo para citar nuestra célebre Plaza del Potro:
\r\n\r\n
“Si por unos ojos bellos,
\r\nque se los dio el cielo dados,
\r\nquieren ellas más ducados
\r\nque tienen pestañas ellos
\r\nalquilen quien quiera vellos,
\r\ny busquen otro
\r\nque yo nacido en el Potro.”
\r\n\r\n
No es del todo cierto, Góngora nació en la calle de las Pavas (hoy conocida como calle Tomas Conde).
\r\nComo escritor satírico es insuperable. Sólo Quevedo fue capaz de sostenerle la mirada. De hecho, uno de los méritos más destacables de Góngora es haber sacado a Quevedo de sus casillas.
\r\nPrecisamente, cuenta la leyenda que el desencadenante fue una letrilla que el cordobés dedicó al río Esgueva. Copiemos un fragmento en el que Góngora sostiene que parte del caudal del río procedía de las necesidades fisiológicas de las vallisoletanas:
\r\n\r\n
“Lleva el cristal que le envía
\r\nUna dama y otra dama,
\r\nDigo el cristal que derrama
\r\nLa fuente de mediodía,
\r\nY lo que da la otra vía,
\r\nSea pebete o sea topacio;
\r\nQue al fin damas de Palacio
\r\nSon ángeles hijos de Eva.
\r\n¿Qué lleva el señor Esgueva?
\r\nYo os diré lo que lleva.”
\r\n\r\n
Quevedo era irascible y fácilmente irritable. Quevedo era una mina antipersonal; sin embargo, nadie como Góngora supo batirse en duelo con él de igual a igual y herirlo de muerte. La relación entre Quevedo y Góngora constituye el duelo más cruel y apasionado de la literatura, no ya española, sino universal.
\r\nSon célebres los poemas que se cruzaron como pedradas contra los cristales del alma. Se atacaban sin pudor, con mala fe, con dolo, con rencor, con bilis; no obstante, el cordobés supo ser más elegante. Quevedo era más desmedido, más desbordado, más visceral.
\r\nEste duelo de colosos merece un artículo aparte, por lo que preferimos dejarlo para otro momento.
\r\nQuisiéramos despedirnos con el soneto que don Luís de Góngora dedicó a nuestra ciudad:
\r\n\r\n
“¡Oh excelso muro, oh torres coronadas
\r\nDe honor, de majestad, de gallardía!
\r\n¡Oh gran río, gran rey de Andalucía,
\r\nDe arenas nobles, ya que no doradas!
\r\n¡Oh fértil llano, oh sierras levantadas,
\r\nQue privilegia el cielo y dora el día!
\r\n¡Oh siempre glorïosa patria mía,
\r\nTanto por plumas cuanto por espadas!
\r\nSi entre aquellas rüinas y despojos
\r\nQue enriquece Genil y Dauro baña
\r\nTu memoria no fue alimento mío,
\r\nNunca merezcan mis ausentes ojos
\r\nVer tu muro, tus torres y tu río,
\r\nTu llano y sierra, ¡oh patria, oh flor de España!”
03-12-2007 5:18 p.m.
03-12-2007 5:07 p.m.
02-07-2007 3:34 p.m.
01-05-2007 9:45 p.m.
02-04-2007 2:36 p.m.
01-12-2006 4:49 p.m.
01-12-2006 4:49 p.m.
01-11-2006 10:10 a.m.
02-10-2006 10:01 a.m.