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En un ejercicio memorístico vamos a darnos un paseo por el Museo Taurino de nuestra ciudad; no podemos hacerlo de otra forma pues hace ya unos años que, por el lamentable estado en que se encontraba el edificio, fue cerrado al público. En agosto de 2005 se iniciaron los trabajos para recuperar este rincón fundamental para la cultura cordobesa y recientemente ha saltado la polémica, algo inevitable en estos lares, por la denuncia de la empresa adjudicataria de la obra de la paralización de esta por la falta de fondos para continuar su labor, a lo que el Ayuntamiento ha respondido que es debido a la finalización de la primera fase y estar pendiente de aprobar el comienzo de la segunda. Ustedes crean lo que quieran, no es mi ánimo hoy entrar en estos sórdidos asuntos políticos, solamente desear que la fecha prometida por el primer teniente de alcalde, a lo largo del año 2009 (con flexibilidad de 365 días), sea la de reapertura del histórico edificio.
\r\nNosotros vamos a lo nuestro y recordemos que el cordobés Museo Taurino, sin duda uno de los más importantes de los existentes en la temática, se ubica en la conocida como Casa de las Bulas, antigua casa señorial del siglo XVI sita en la plaza de Maimónides, la cual se estructura en base a tres patios: un primero de forma rectangular, al que se desemboca entrando al recinto desde la plaza (algunos éramos muy niños y recordamos el enorme toro de Saltillo, disecado de cuerpo entero que allí existía); un segundo, conocido como de la Fuente, constituido por dos pisos de arquerías de medio punto cerrado con cristaleras y que sirve de distribuidor a las dependencias museísticas; y un tercero, en la parte trasera de la Casa que es el Zoco Municipal. La Casa pertenecía en 1953 al Cabildo catedralicio y fue adquirida por el Consistorio con el objeto de formar el Museo, siendo alcalde don Antonio Cruz Conde. Un año después, coincidiendo con la Feria de Nuestra Señora de la Salud de 1954, quedaba inaugurado el Museo Municipal de Arte Cordobés, que fue la denominación primigenia que tuvo, siendo fundamentales en este hito para la ciudad, a parte del mencionado gran edil cordobés, don José María Rey Díaz, cronista de la ciudad, don Miguel Orti Belmonte, don Rafael Bernier Soldevilla, don José González del Campo, don Pedro Barbudo Suárez-Valera, ex alcalde de la ciudad, don Eduardo Sotomayor, ganadero de reses bravas, y don José Luis de Córdoba.
\r\nAl éxito del Museo, con importantes donaciones y gran afluencia de visitantes, le correspondió el abandono de las autoridades por lo que en 1981 hubo de cerrarse el edificio durante dos años para su restauración. Sin embargo aquello debió ser un simple lavado de cara pues, como hemos sido testigos, el edificio acusó el paso de los muchos años que atesoraba y tuvo que ser cerrado encontrándose en la situación que describíamos al principio de estas líneas. Al hilo de aquella reapertura de año 1983 añadir que el Ayuntamiento propuso una comisión asesora que tenía al frente al gran aficionado cordobés don José Guerra Montilla, nieto de Guerrita; lamentablemente su fallecimiento pocos meses después truncó una labor que hubiera sido muy valiosa para el Museo pues, paradójicamente, no había tenido hasta entonces un director. El primero fue José Guerra, pero de forma póstuma, en calidad de director honorario perpetuo según acordó el Ayuntamiento en su memoria, al mismo tiempo que se designaba a don Alfonso Montero Agüera, doctor en Veterinaria, director conservador de la Institución, cargo que ocupó hasta 1990. Era también miembro de esa comisión asesora de 1981 José Luis de Córdoba que también aparecía cuando se inauguró el Museo casi 40 años antes.
\r\nPero ya va siendo hora de cambiar el tercio. Dejemos atrás la historia del Museo y pasemos a dar cuenta del contenido de éste. Básicamente, con la advertencia de que esto era antes de que fuera cerrado, por tanto, sin saber como va a estar estructurado en el futuro, el Museo se asentaba en cinco pilares fundamentales: los cuatro Califas y don Antonio Cañero.
\r\nEmpezando por el gran rejoneador, su sala exponía interesantes recuerdos entre los que sin duda destacan la cabeza de su jaca La Bordó, con la que obtuvo sus más sonados éxitos, y la cabeza del novillo al que Cañero le cortó la primera oreja que se concedía a un rejoneador en la larga historia de la Real Maestranza de Sevilla. También hay que destacar un gran cuadro de Carlos Ruano Llopis donde reproduce al óleo la famosa fotografía en la que el rejoneador parece saltar sobre un toro. Se completa la sala con trajes camperos, andaluces y charros, sombreros cordobeses (que bien podrían llamarse sombreros de Cañero), espectaculares fotografías y otros recuerdos del don Antonio que fueron cedidos a Córdoba por su señora viuda.
\r\nEchamos pie a tierra. Del gran Lagartijo son muchas y valiosas las piezas que posee el Museo, casi como para dedicarle un museo particular, sobre todo gracias a las donaciones realizadas por las sobrinas del diestro, doña Josefa y doña Luisa Molina, hijas del gran peón Juan Molina. Podemos destacar, por un lado, el despacho del Califa, completo hasta en sus más mínimos detalles hasta un total de 43 piezas. Detenerse es obligado ante el busto del diestro que esculpiera Mateo Inurria, la colección de estoques entre los que se encuentra el que le regaló “El Tato” con sentida dedicatoria, puntillas y fundas de estoques, cartel de la alternativa en 1865 y de las cinco de despedida en 1893, estos en seda, el mapa de España que utilizaba el torero para consultar en sus viajes profesionales o un plano de una plaza de tientas dedicada por el histórico ganadero Joaquín Murube.
\r\nDespués pasamos a la sala Lagartijo propiamente dicha (los objetos que la forman pertenecieron a Julio Romero de Torres por donación de un amigo común y los exhibió el pintor en su estudio de Madrid volviendo a Córdoba después de su fallecimiento) donde se exhibe una interesante colección de trajes de luces, capotes de paseo y de brega, muletas, estoques... además del último par de banderillas que colocó en las corridas de despedida, una camisa traspasada por el cuerno de un toro donde se pueden observar manchas de sangre del torero, el hierro de su ganadería, el pitón que mató a Manene en la plaza de toros de Córdoba y la mascarilla del cadáver del diestro. Si a todo esto añadimos cabezas de toros que quitan el hipo estoqueados por Rafael Molina, fotografías, estadísticas, libros y demás documentos que el Museo posee se justifica plenamente mi inicial aseveración de que se podría hacer un museo exclusivo dedicado a Lagartijo el Grande.
\r\nPasamos a la sala dedicada al segundo Califa, Rafael Guerra Guerrita, contigua a la de su predecesor en el califato taurino. En ella se encuentran gran cantidad de objetos que se exhibían en su Club de la calle Gondomar, destacando su gran retrato al pastel, junto a impresionantes cabezas de toros. También se ve el traje que vistió el día de su retirada en Zaragoza y sus famosos trajes cortos con sombrero de ala y capa bordada que usó en su reinado cordobés tras aquel día de octubre de 1899. Además de otros objetos como estadísticas, carteles y objetos de uso personal tenemos que detenernos ante la famosa fotografía en la que el diestro se dispone a estoquear en la plaza de Madrid a Cocinero, toro de Félix Gómez, de cornamenta descomunal.
\r\nEn principio era voluntad de los fundadores del Museo dedicar sendas salas a Machaquito y a Lagartijo chico que iniciaron carreras paralelas. Actualmente tanto por su importancia taurina como por el valor de los objetos depositados por la familia del diestro hay que destacar la sala dedicada a Rafael González Madrid. Sólo observar “la estocada de la tarde” de Mariano Benlliure justifica la visita al Museo, sin ser poco lo que hemos descrito y sin haber terminado aún con la descripción de los principales fondos; a su calidad artística indudable hay que unir el cómo se forjó tan memorable realización. Pero es que además se incluyen en esta sala tres importantes óleos de gran pintor taurino Roberto Domingo que representan a nuestro torero en tres momentos de la lidia. La labor de Benlliure en la sala se completa con otro bronce que retrata a Machaquito de perfil y añadimos a los recuerdos del torero el traje de luces verde y oro, montera y capote de paseo que utilizó el día que se retiró del toreo, que fue el mismo día en que le dio la alternativa a Juan Belmonte.
\r\nY nos queda Manolete. Con Manuel pasa un tanto como con Lagartijo, se podría hacer un museo dedicado exclusivamente a él con los fondos depositados en la Casa de las Bulas, teniendo buena culpa de ello la peña “los amigos de Manolete” y la madre del diestro doña Angustias Sánchez pues por sus generosas aportaciones la figura de Manolete queda debidamente representada en el Museo de su ciudad.
\r\nDestaca en primer lugar por su calidad artística el retrato del diestro salido del pincel de Daniel Vázquez Díaz así como la maqueta de su mausoleo obra de Amadeo Ruiz Olmos. Importancia histórica tienen el primer traje de luces que vistiera Manolete o el traje corto negro que llevara el famoso día en que un grupo de literatos le obsequió en Madrid con un banquete homenaje. Están dos cabezas de toro fundamentales para su biografía y para el devenir de la tauromaquia: la de Mirador de Clemente Tassara con la que tomara su sevillana alternativa y la de Ratón, aquel sobrero de Pinto Barreiros con la que alcanzó la cumbre de su toreo en las Ventas madrileña (también se exhiben el traje con que realizó la faena). A todo ello hay que añadir la piel (no se pudo conservar la cabeza) de Islero, además de las orejas y el rabo que le cortó al miura y que le llevaron a la enfermería de Linares, completándose los recuerdos de aquella tarde con el capote, la muleta y el estoque con que lo toreó y lo mató. El remate manoletista de nuestro Museo lo tenemos con la montera y castañeta que llevó Manuel Rodríguez toda su vida taurina y con el despacho del diestro, mobiliario y decoración íntegros, que ingresó por donación de su madre en los años ochenta.
\r\nNo podemos obviar, y es deseo que con la reforma se ponga a disposición de los investigadores y de los aficionados en general, la importante biblioteca que atesora el Museo y que debe convertirse en referente bibliográfico en temática taurina.
\r\nCreo que ha quedado de sobra demostrada la importancia del Museo Taurino de Córdoba y que es justificable nuestro anhelo de una pronta reapertura donde además de ponerse en valor todos los fondos descritos, se complete la colección con objetos que rescaten la memoria de toreros antiguos como Pepete, Bocanegra, Bebe o el mencionado Lagartijo Chico y añada objetos que puedan hacer incluir en este parnaso taurino a diestros como José María Martorell o Manuel Benítez el Cordobés, siempre teniendo en cuenta que la importancia del recinto radica en que el Museo tiene su base en la grandeza de los Califas y de don Antonio Cañero, esa es su señal de identidad.
03-03-2008 11:06 a.m.
03-12-2007 5:25 p.m.
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