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JUNIO 2006  /  LITERATURA

Córdoba en la poesía de Lorca

01-06-2006 5:55 p.m.

Pocos poetas han sido tan zarandeados en la historia como Federico García Lorca. A diferencia de muchos que descansan en paz, su figura siempre es polémica. Tras el significado de sus versos, se esconden significaciones políticas que esconden el valor de su creación. Nadie es subjetivo al hablar de Lorca, nadie. La derecha más conservadora lo tacha de homosexual reprimido y vicioso, de mal poeta y engaño literario. La izquierda lo enaltece como símbolo de libertad, frustrado por el entorno, autor íntegro de gran riqueza vitalista y afán reivindicador. Nunca una muerte ha sido tan utilizada por unos y otros como triste arma arrojadiza. ¿Y quien se acuerda de su poesía y de su teatro? Muchos las saben de memoria, dicen ser estudiosos, pero simplemente son sus conocimientos son balas con las que cargan sus pistolas. Si el poeta granadino observara en lo que ha quedado su figura se entristecería. Los homenajes que se le hacen, tan a menudo, siempre tiene un significado politizado y a nadie le importa recordar que Lorca no fue un escritor político, que sus reivindicaciones sociales defendían al hombre como ser humano no como masa, sabía diferenciar una cosa y otra. Lo podemos observar en “Poeta en Nueva York” donde realiza una defensa de los oprimidos, no contra nadie, sino como alabanza. El populismo de sus versos y muchos de sus personajes teatrales suponen un canto al pueblo. Es un error utilizarlo como símbolo político. Otros populistas de la época, en teoría, en el bando contrario, como Pemán también amaban al pueblo llano, las raíces andaluzas por encima de todo y querían para todos la plenitud y progreso, no por ello odiaban al poder o estaban con él. La oposición del ,poeta de Fuente Vaqueros fue lógica pero no radical como muchos apuntan. Su muerte fue trágica pero su poesía, simplemente su poesía, pervive y Córdoba debe dar gracias porque pocos poetas han sabido decir en pocas palabras quienes somos.

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Tras realizar una de sus primeras visitas a Córdoba en 1916, tras la muerte de su profesor de música , Antonio Segura, fecha en la que abandona la música con tan sólo 18 años, escribe “Alba”, donde nos hermana con Granada en una bella imagen del amanecer y el clamor de nuestras campanas. El poema recuerda a muchas de sus canciones de la obra “Qué cantan los poetas andaluces de primavera en primavera”.

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En otro poema, es con Sevilla con quien comparte sus versos. “Sevilla para herir, Córdoba para morir” dice el poeta. En él habla del río, de su significado y alaba de modo breve y metafórico nuestra tierra vitivinícola. Por una vez, alguien nos ensalza respecto a la bella ciudad vecina.

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Además de los poemas dedicados en su extensa mayoría a Córdoba, Lorca, como ha sido estudiado en la cátedra de flamencología de la Universidad de Córdoba, también nos menciona junto a otras ciudades andaluces con un hondo carácter flamenco. El poeta asocia a Córdoba con el duende, su máximo concepto estético. Un claro ejemplo de ello lo vemos en “Camino”, donde los octosílabos y verso de cuatro sílabas se entremezclan a ritmo de bulería. También lo observamos en otro de sus poemas del cante jondo. Se trata de “De profundis”, que junto a Malagueña" serán utilizados por el compositor ruso, Dmitri Shostakovich, en su decimocuarta sinfonía, dedicada a un ciclo de canciones sobre la muerte. Y en este ciclo, donde la muerta y la tradición se dan la mano, podemos nombrar el poema “Barrio de Córdoba, tópico nocturno”, donde en breves versos Lorca nos trasmite la tragedia de una niña muerta y la figura del ruiseñor como símbolo romántico, donde el llanto del vecindario se torna en similitud con el sonido de la guitarra española.

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Además de los citados poemas, donde Córdoba guarda un sabor impregnado de raíces flamencas y tradicionalistas, donde el paisaje es romántico y la noche eterna, Federico García Lorca hizo a Córdoba protagonista de uno de sus grandes poemas. Se trata de la “Canción del jinete”, inserto en el poemario “Canciones” de 1927, donde utiliza tres de sus símbolos más recurrentes: el malestar, la frustración y el destino trágico. Dentro de su neopopularismo culto, Lorca nos empuja hacia la comprensión del perseguido y la exaltación romántica del bandolero. Los dos primeros versos son el prólogo de la historia donde cada verso eriza la piel y llena de teatralidad y drama el camino del jinete, ante su inminente muerte. Córdoba aparece como un deseo, un sueño inalcanzable donde las torres son testigos de la escena y la noche el escenario plateado que yace como telón de fondo. La mayor prueba de ello, la que sitúa a Lorca como poeta antes que como símbolo político, sólo puede contemplarse leyendo sus versos. Sólo así los equivocados, de un lugar u otro, podrán comprender que nada se esconde detrás, tan sólo poesía y amor al pueblo:

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Córdoba.

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Lejana y sola.

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Jaca negra, luna grande,

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y aceitunas en mi alforja.

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Aunque sepa los caminos

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yo nunca llegaré a Córdoba.

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Por el llano, por el viento,

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jaca negra, luna roja.

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La muerte me está mirando

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desde las torres de Córdoba.

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¡Ay qué camino tan largo!

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¡Ay mi jaca valerosa!

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¡Ay, que la muerte me espera,

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antes de llegar a Córdoba!

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Córdoba.

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Lejana y sola.

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