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JUNIO 2007  /  HISTORIA DEL ARTE

La Iglesia de San Pedro

01-06-2007 2:27 p.m.

En el capítulo anterior estuvimos dando un pequeño paseo por el barrio de Santiago, donde vimos la iglesia fernandina y las calles que la rodean y que lindan con la zona que hoy nos ocupa: San Pedro.

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El espacio dedicado a esta zona de la ciudad, nos llevará a encontrar en Córdoba, aunque salvando las distancias con esa ciudad Italiana, nuestro pequeño Duomo, capitaneado por nuestra tan querida y grandiosa Basílica Menor de San Pedro y los palacios que la rodean (Vizconde de Miranda y el de los Aguayos).

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Es un lugar con encanto, con pequeñas callejuelas que nos evocan otra época, otro lugar, y sobre todo a personajes de la talla de Juan de Mesa o el sevillano Valdés Leal, quien casó con una joven mujer de la zona. También recordaremos que en esta iglesia se encontraron las reliquias de nuestros mártires, donde se encontraron donde el Padre Roelas describió tras la aparición del Arcángel San Rafael.

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Junto a la Iglesia Parroquial de San Pedro, nos encontramos la famosa plaza de los Aguayos. En esta plaza podemos ver la casa de los marqueses de Villaverde, o lo que es lo mismo de la Casa de los Aguayos. Esta casa fundada en el siglo XVI, fue en su origen una casa solariega, ocupando en la actualidad por el colegio de las francesas. Posee un ventanal que apoya sobre la entrada adintelada, rematándose el conjunto con los escudos de armas de los Aguayos. De su interior destacaremos la escalera de mármol negro del XVIII.

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En el exterior del conjunto arquitectónico, encontramos el triunfo que Alonso Gómez de Sandoval realizara por encargo de Dña. Rosario Hoces, Marquesa de Santaella y Condesa de Hornachuelos en 1764.

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El Custodio se asienta sobre un pedestal de jaspe azul, descansando sobre una columna de mármol en la que reposan los tondos con las imágenes pétreas de San Acisclo, Santa Victoria y Santa Flora. En la parte baja del monolito, se representan en sendos tondos los escudos de la Casa de Santaella y Hornachuelos. Está flanqueado por una reja en su parte baja y presenta un tamaño alrededor de tres pisos de altura, dividiéndose en tres cuerpos que rematan con el Triunfo de San Rafael.

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La obra costó 44.126 reales, distribuidos de la manera siguiente: 4.000 reales la hechura de San Rafael, 2.500 los medallones de los mártires, 3.000 de los escudos de la Casa y el resto en el dorado y la instalación de la reja que lo resguarda.

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La obra no causo gran impresión en escritores del siglo XIX, como es el caso de Ramírez de Arellano, quien la tachó “de estrafalario monumento”.

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Otra de las casas solariegas de la zona, es la de los Vizcondes de Miranda, o sea, de los Gutiérrez de los Ríos, pero de este linaje hablaremos cuando entremos en profundidad en el Convento de Santa Cruz, muy cercano al lugar.

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Una vez descritos los lugares más importantes de la zona, pasaremos a describir el templo que da nombre al barrio, y que seguro que muchos no saben, que nos encontramos ante una basílica menor ubicada en nuestra ciudad.

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Es una iglesia que se funda en el siglo III d. C., y dedicada su consagración a los mártires Fausto, Marcial y Januario. Su exterior denota el paso del tiempo, destacando de ella las tres portadas; dos laterales de estilo gótico (una de ellas en la actualidad tapiada) y la principal, modificada en el siglo XVI gracias al mecenazgo del obispo Leopoldo de Austria, que encarga la factura de la obra a nuestro insigne arquitecto Hernán Ruiz II. Se realiza con dos cuerpos a modo de arco de triunfo, con columnas jónicas adosadas y hornacinas, rematando el conjunto la imagen de San Pedro.

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En el interior del templo, vemos una estructura ya comentada en las otras iglesias fernandinas, tres naves separadas por pilares compuestos y estructuradas en una planta rectangular.

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Caminando por la portada de acceso al recinto, quedamos deslumbrados por el magnífico retablo que remata el testero principal. Este fue contratado en 1732 a Félix Morales Negrete, quien realizaría también las tallas que lo decoran. Destacaremos de este retablo la imagen de la Virgen de la Esperanza, realizada por Alonso Gómez de Sandoval durante la segunda mitad del siglo XVIII. Esta imagen se le rindió culto en la iglesia de San Miguel, llegando a constituirse una Cofradía bajo el nombre de “Hermandad de la Esperanza y Santo Celo de la Salvación de Almas”, trasladándose posteriormente de la Iglesia Parroquial de San Pedro. Se atribuye al escultor cordobés, considerándola obra del último tercio del siglo XVIII, hacia 1775, formando parte de las obras que el autor realiza bajo el nuevo modelo de estilo artístico que entra en Córdoba con el nombre de “Neoclásico”.

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Otra de las maravillas que se pueden contemplar en esta iglesia, es la capilla de los Santos Mártires, situada en la nave de la Epístola, junto a la cabecera de la iglesia. Allí encontramos un retablo realizado también por Alonso Gómez de Sandoval, e ideado para albergar las reliquias de los Santos Mártires Cordobeses. Esta capilla cuenta con devoción popular prácticamente desde que se encontraron las reliquias y con cofradía propia desde 1673.

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La nueva capilla comenzó a realizarse en 1742, por el maestro mayor D. Diego de los Reyes. Presenta una estructura cuadrada, cubierta con cúpula de media naranja formando pechinas en las esquinas, ya que la media naranja forma un casquete de ocho gajos que se unen al cuadrado mediante pechinas. En estas pechinas Sandoval realiza en 1756 los evangelistas que las decoran.

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Estas imágenes de los evangelistas, están talladas de medio busto, en estuco policromado, rodeados por tondos que a su vez se envuelven de abundante yeserías con decoración floral, realizadas en 1750 por Juan Fernández del Río y pintadas y doradas en 1756 por José Arroyo.

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Unos años más tarde, en 1760, Sandoval realiza el retablo de la capilla de los Santos Mártires, adaptándolo al testero de la capilla. Por el retablo se le pagaron 12.000 reales, especificando en el contrato que debería estar adornado con decoración chinesca y decorado con dieciocho figuras de los Mártires cordobeses. También se especifica que se decore en la parte superior al camarín con un relieve que represente la aparición de San Rafael al Padre Roelas y una talla de San Eulogio (desaparecido en la actualidad) debajo de este relieve.

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En 1764, Pedro de Cobaleda dora el retablo, rematándose el conjunto por completo.

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Destacaremos del interior del templo, la pintura que según algunos autores, es obra del sevillano Valdés Leal y que representa a la imagen de San Pedro.

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Para finalizar solo que queda decir que muchos datos históricos se han quedado en el tintero, pero resultaría imposible destacar toda su historia en este artículo. Sólo quiero que paseen por ella y sus alrededores y disfruten de nuestro “pequeño Duomo”. Saludos.

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