Una restauración necesaria

La conservación del patrimonio artístico y documental de las hermandades es una obligación ineludible para éstas. Cuando una cofradía cuenta con un considerable volumen de bienes que se han ido generando a lo largo de los tiempos, con uso en los diversos actos que se organizan al cabo del año, ésta debe velar por su mantenimiento, puesto que las respectivas juntas de gobierno no son herederas de nada, sino depositarias de algo que deben entregar en óptimas condiciones a las generaciones futuras. En el caso de la hermandad de los Dolores, su nómina de bienes es extensa, tanto en orfebrería, como en bordados o en demás enseres. Pero por encima de todos ellos destaca la imagen de Nuestra Señora, elemento predilecto entre las devociones de esta ciudad.

La talla de esta dolorosa, como es bien sabido y está perfectamente documentado, fue encargada por la cofradía a Juan Prieto en 1719 después de que no complaciese sus deseos la realizada dos años antes. A lo largo de estos casi tres siglos, esta imagen, a diferencia de otras, ha sufrido puntuales intervenciones, lo que tiene tanto aspectos positivos como negativos. Positivos, porque, por ejemplo, se ha conservado una policromía que, si bien no es la original, cuenta con una antigüedad que le da unos matices insuperables; negativos, porque ante la falta de mantenimiento el deterioro se ha acentuado en determinados puntos.

La llegada en noviembre de 2007 de la actual junta de gobierno, hizo que se examinase con rigor la talla para determinar su estado de forma objetiva. El estudio, encomendado a la empresa Regespa, encabezada por los prestigiosos restauradores Rosa Cabello y Enrique Ortega, arroja un diagnóstico que aconsejaba acometer la restauración. Independientemente de los daños estructurales que aparecen en el cuerpo de talla completa que realizó Juan Martínez Cerrillo con motivo de la Coronación Canónica en 1965, los más preocupantes son los que aparecen en la cabeza. De una parte están las dos pletinas metálicas con grandes tornillos que la sujetan al torso; de otra, las radiografías han demostrado la existencia de numerosos clavos en gran parte de la talla, algunos de los cuales, debidos al proceso de oxidación, se han dilatado y marcan su presencia en el exterior con levantamiento de la policromía, algo perfectamente advertible en la mascarilla.

Cuando se inicie el proceso de restauración, Regespa completará los estudios de la imagen para determinar con mayor precisión su estado. Aun así, el trabajo realizado hasta ahora determina y justifica la necesidad de la intervención, algo que fue asumido por la junta de gobierno y ratificado por unanimidad por la asamblea general de hermanos. En el documento elaborado por Rosa Cabello y Enrique Ortega se determina que “sería ideal que nuestra intervención pasase desapercibida”, una cuestión que coincide plenamente con el deseo de la cofradía y de los devotos de la Virgen de los Dolores, lo que ha justificado el respaldo total a su propuesta.

La imagen será retirada de su altar de San Jacinto en los primeros días de julio. La restauración se llevará a cabo en las instalaciones de Regespa, en la capital cordobesa, donde cuentan con todo el material técnico y humano para desarrollar con mayor precisión su cometido. Los trabajos desarrollados por estos restauradores –entre los que se incluye actualmente la imagen de San Rafael de la iglesia del Juramento, entre otras muchas de primer nivel- es una garantía suficiente para esperar el mejor resultado.

Al ser esta restauración un imprevisto en las actividades anuales de la hermandad de los Dolores, la junta de gobierno ha abierto una cuenta corriente en CajaSur con la finalidad de que tanto los hermanos como devotos hagan sus aportaciones para participar entre todos en este proceso histórico que nos devolverá a la misma Virgen de los Dolores de siempre con la seguridad de que su estado podrá afrontar sin riesgo los tiempos venideros.