Las series de televisión

Es de suponer que los contenidos temáticos de este tipo de programas que semana tras semana, ya se dirijan a un público infantil, juvenil o adulto compiten en los diferentes canales televisivos por ganar audiencia, no pretenden ser un reflejo de la sociedad; ni que su finalidad sea la de realizar un estudio antropológico de los comportamientos de los protagonistas, pero lo que sí es cierto es que, valiéndose de situaciones cotidianas, presentan unas actitudes vitales que presentan como reales, únicas y absolutamente generalizadas.

Cada época tiene unas características peculiares que le configuran una fisonomía propia; hay modas que irrumpen con fuerza en distintos campos y son enormemente influyentes: unos pocos hombres hacen que se imponga un determinado tipo de música, haciendo oír las canciones en todas las emisoras a casi todas las horas; puede conseguirse que, por la necesidad de saberse perteneciente a un grupo, muchos jóvenes e incluso adultos vistan la misma ropa, calcen los mismos zapatos o utilicen el mismo perfume. Todo esto es intrascendente, pero no lo son las ideas que subyacen muchas veces en los guiones de tanta serie de alto presupuesto, con un elenco de buenos actores con mucho gancho que representan personajes y situaciones como únicos modelos de familia, de matrimonio, de educación, etc.

Es verdad que en una sociedad plural como la nuestra y en pleno siglo XXI tienen cabida todo tipo de situaciones por inverosímiles que puedan parecer, pero ni siquiera por la frecuencia en que se dan en la vida real son “normales”. Es pueril pretender que todos pensamos y vivimos de la misma manera que se nos “encierre” a todos en el mismo saco.

Si de la realidad sólo se ofrece una parte, a veces incluso minoritaria, puede dar la impresión de que se trata de manipular al telespectador, haciéndole creer que lo que están viendo es “la vida misma”. Son muchos los matices, variada la gama, diversísimo lo cotidiano: es necesario contemplar el amplio espectro de modelos que tenemos en este país.

Como ciudadano español y por consiguiente parte de la posible audiencia, me atrevo a pedir que quienes redactan esos guiones los enriquezcan -sin manipulaciones, ni burlas- con una visión completa de la realidad social de España.

Tal vez podrían servirles algunas de estas sugerencias:

¿Podrían aparecer matrimonios de padres que llevan años casados y se siguen queriendo, que jamás se han sido infieles, quienes sueñan con envejecer juntos, que tratan de educar a sus hijos en el amor...? ¿Sería posible que entre los personajes jóvenes hubiera algunos que tratan de vivir sus relaciones de pandilla, de noviazgo o de amistad sincera sin sexo, sin alcohol... sin que aparezcan como mojigatos, pusilánimes, timoratos o inmaduros?

¿Podríamos ver en alguna de esas series familias que van a Misa los domingos y después se toman unas tapas en la calle?

¿Es ridículo pensar que pudieran aparecer en televisión familias que son muy felices conviviendo con los abuelos, porque entienden que después de una vida de sacrificio abnegado no deben ir a geriátricos, aunque eso suponga que los hijos duerman en literas?

Ese tipo de personas existe; yo tengo la enorme suerte de conocer a muchas: gente normal, como todos, que cada día se enfrenta a la vida con más o menos ganas, que va resolviendo sus problemas, que lucha por un mundo mejor desde su ámbito, en su entorno, que es respetuosa y solidaria, que llora con la injusticia y ríe con ganas ante las situaciones cómicas que se presentan. Que se equivoca, pero quiere rectificar. Seres humanos anónimos que también tienen derecho a que sus vidas se vean en la pequeña pantalla, no como modelo de nada ni de nadie, sino como realidad que son.

No me cabría en la cabeza pensar que, intencionadamente, en una sociedad tolerante y solidaria, respetuosa y modelo de democracia consolidada, se nos impongan, por ausencia de otros, modelos que por el simple hecho de ser parciales serían subjetivos y consiguientemente manipuladores.

Se hace imprescindible que guionistas, productores, directores de cadenas, etc. Observen la realidad y después la retraten, la fotografíen completa. A lo mejor se dan cuenta de que la verdad vende más, quizás descubran que aumentan los espectadores y suben las audiencias...