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MAYO - JUNIO 2008  /  HISTORIA

La Virgen de Linares

01-05-2008 9:28 p.m.

Muy contadas han sido las veces en que la Virgen de Linares ha sido sacada en procesión por la ciudad.

Muy contadas, aunque solemnes, han sido las veces en que la imagen de la Virgen de Linares ha sido sacada en procesión para venir á la ciudad y casi siempre en ocasiones de peligro para la patria, en tiempos de epidemias y en épocas calamitosas para el pueblo. La primera venida á Córdoba de que tenemos noticia se verificó en 1808, cuando la memorable invasión francesa; el recuerdo de la protección de la Virgen en esta fecha azarosa es verdaderamente conmovedor. Procuraré refrescar con algunas pinceladas el gran cuadro que nos ofrece la historia acerca de este punto, en los varios manuscritos é impresos que he visto merecedores de crédito.

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Habiendo sido nombrado don Pedro Agustín de Echavarri Comandante general de la vanguardia del Ejército de observación de Sierra Morena, con el objeto de rechazar á las numerosas tropas francesas que, al mando de Dupont, se disponían á penetrar en nuestro recinto, la ciudad de Córdoba, en 28 de Mayo de 1808, dirigió una proclama á todos los pueblos de su provincia previniéndoles que “con orden, quietud y sosiego se preparasen á tomar las armas todos los hombres hábiles para ello”, que se proveyesen de “armas, pertrechos y municiones” y que impenetrasen “de los buenos patricios caudales, caballos y demás efectos necesarios” para ponerlo todo á las órdenes del indicado Comandante general Echavarri. Era éste un “oficial de mérito, contraído en la guerra del Rosellón, activo, fogoso, y aunque no exento, según se dice, de algunas rarezas y defectos, unía á su heroismo la noble condición de ser muy ferroso y especial devoto de la Virgen de Linares.

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El “á la manera de un rayo voló con sus providencias por todos los pueblos de la provincia, alistó gentes, habilitó soldados, señaló jefes y organizó un ejército” como mejor pudo. No se le ocultaba á Echavarri que este ejército era deficiente é inexperto: reconocía que el ejército enemigo era mucho más numeroso y práctico en el ejercicio de la guerra, que estaba provisto de toda clase de armamentos y que tenía además, para la lucha, el acicate de sus recientes triunfos. Sabía bien que todas estas ventajas llevaban sobre nosotros los que “iban penetrando los montes para echarse sobre Córdoba, ciudad abierta, sin murallas, sin castillos, sin tropas, sin armas, sin práctica en la milicia y sin otra defensa que los generosos pechos de sus habitantes”. Mas no hubo, sin embargo, de entrar el desaliento en su alma y enderezó á sus súbditos una patriótica proclama en la que, entre otras cosas, les decía: “Soldados: los reinos de Andalucía se ven acometidos por los asesinos del Norte! ¡Vuestra patria va á verse oprimida bajo el yugo de un tirano: vosotros mismos seréis arrancados de vuestros hogares y de vuestras casas!...” “Cuarenta mil argollas está labrando el lascivo Murat para conduciros al Norte como á los animales más inmundos.” “....¿ Quién será el cobarde ó infiel cuyo pecho no arda en valor al oir los gritos de una patria que llora su ruina?” “¡Soldados, gemid con ella: pero sea de rabia y furor contra un malvado que la sumerje en la opresión! ....” “¡Soldados, que habéis sido los primeros en proclamar los estandartes de la nación, llevad á los campamentos la virtud, religión y costumbres de nuestros abuelos!....” “Si en los jefes que os conducen al teatro de la gloria y del honor viéseis la traición, abandonadlos y elegid otros que sean dignos de sostener vuestra causa.” “¡Soldados, doce millones de habitantes os están mirando y envidiando vuestra gloria!...” Echevarri procuraba avivar el sentimiento patrio con estas y otras elocuentes frases que traen á la memoria los vigorosos acentos de los poetas que cantaron al dos de Mayo: y “entre el tumulto de una batalla próxima, a cuyo efecto se llenaba la ciudad de enjambres de hombres que venían de los pueblos para alistarse bajo de sus banderas; entre el estrépito de carros que venían de Sevilla cargados de armas y municiones....; entre las angustias de un tiempo que volaba por instantes” se acordó de la Virgen de Linares y dispuso que se trajese como para que fuera el amparo de la ciudad.

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Así “en la tarde del sábado 4 de Junio del dicho año de 1808 salió para su santuario el rosario de Nuestra Señora del Socorro con multitud de sacerdotes é inmensidad de pueblo, y en la mañana del día 5, domingo de Pascua de Pentecostés, entró por la puerta dé Plasencia precedida de la imagen de San Fernando y acompañada de todos los habitantes de la provincia que -como manifiesta el autor de quien transcribo estas últimas líneas- convertidos en soldados la vitoreaban y proclamaban por su invencible Generala.” Ambas efigies, la de la Virgen y la de San Fernando, fueron saludadas al entrar en Córdoba con un replique general de campanas; penetraron á su paso en los templos de Santa María de Gracia y Santa Marta; en la puerta del convento de San Pablo fueron esperadas por la comunidad de dominicos y en la de San Francisco por la de los franciscanos. Siguió la procesión por la Cruz del Rastro hasta la parroquia de San Pedro, en cuya iglesia quedaron depositadas las imágenes y fueron recibidas por el señor Echavarri, que se hospedaba en la casa del señor Vizconde de Miranda, y con su valiente escolta “acababa de llegar del campo de Alcolea de fortificar el puente y disponer las oportunas defensas”.

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En la mañana siguiente día (6 de Junio) segundo de Pascua de Pentecostés, se dedicó á la Virgen de Linares una fiesta, con gran suntuosidad, en la parroquia de San Pedro; en ella predicó el virtuoso Beneficiado de Santa Marina don Rafael de Soto y Camacho y dejó oir sus voces é instrumentos la célebre capilla de música de la Catedral. Al fin llegó la hora inevitable. Al amanecer del día 7 se acercó Dupont al puente de Alcolea con sus tropas; las nuestras, como dije, eran escasas é inexpertas; nuestra artillería no contaba con suficientes municiones y los paisanos, aparte de su impericia, no disponían de armas buenas, puesto que casi todas las que enviaron de Sevilla se hallaban en muy mal estado.

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Para mayor desgracia, se dio el caso de que el jefe encargado de la caballería, resentido de que se le hubiese conferido el mando á Echavarri, no hizo el menor esfuerzo de resistencia contra el ejército francés; nuestras baterías se defendieron heroicamente y Echavarri trabajó sin descanso; pero, á la postre, el enemigo se hizo dueño del campo y atravesó el sitio de las Ventas de Alcolea, que estaba lleno de cadáveres, con dirección á Córdoba. Llegó el ejército francés á la Puerta Nueva y Dupont al verla cerrada se encolerizó; la artillería se encargó de abrirla y, al penetrar por ella los enemigos, un bravo anciano, llamado Pedro Moreno, que vivía con su familia en una casa inmediata, tuvo el arrojo de disparar su retaco, apuntándole al mismo general Dupont; ante esta hazaña subió de punto el coraje del fiero general francés, y la columna de granaderos que le precedía, á su paso por las calles, hizo un destrozo incalculable; la artillería que se quedó en las afueras, al borde de la muralla, “vomitaba sin cesar balas y granadas reales sobre los edificios.” Los franceses mataron inicuamente á cuantos paisanos encontraron, y con veloz instinto descargaron sus fusiles sobre los balcones, las ventanas y las puertas.

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Tiempo es ya de que recuerde, como suceso providencial y más directamente relacionado con nuestro asunto, que cuando el tan citado general francés, considerando á Córdoba como ciudad rebelde, se decidió á tocar á degüello, hubo de mandar que se volase la iglesia de San Pedro de un cañonazo, creyendo, en su ofuscamiento y al verla completamente cerrada, que era un cuartel ó el palacio en que se hospedaba don Pedro Agustín de Echavarri; pero se verificó el caso milagroso de que varias veces se apagó la mecha sin que el cañón estallase, dando ocasión á que se enterara de que no era cuartel ni palacio y desistiera de bárbaro intento, reconociendo que Córdoba era una tierra afortunada. La circunstancia de hallarse entonces dentro de ese templo la Virgen de Linares es motivo, más que suficiente para creer en la protección que nos dispensa…

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