Si continúa la navegación por nuestro sitio web estará aceptando nuestras condiciones, que puede consultar en:

 

MAYO - JUNIO 2008  /  LITERATURA

El Duque de Rivas

01-05-2008 9:28 p.m.

Una vez más, se llenan los catálogos de las librerías aprovechando la efeméride de turno.

Una vez más, se llenan los catálogos de las librerías aprovechando la efeméride de turno. Hace doscientos años, los españoles decidieron que ya estaba bien de aguantar gabachos y se lanzaron a la calle, el dos de mayo de 1808, armando tal estruendo que hasta Goya pudo oírlo.

\r\n

El sueño de la razón produce monstruos; y la sin razón de las guerras, animales. Eran tiempos revueltos, inquietos, turbios. Entre la Pepa y el Pepe (Botella), se fue librando la Guerra de la Independencia, hasta que en 1812, por fin, los españoles de entonces consiguieron que nuestros vecinos se metieran en su casa. Alguien dijo: “estos franceses son unos estirados y unos arrogantes, nos tratan con la punta del pie… como si fuésemos portugueses”, gran frase para explicar las relaciones de vecindad entre países fronterizos.

\r\n

Sería más que deseable que este tsunami editorial, en su afán por ir agotando temas, arrastrara hasta la orilla de nuestras librerías las obras completas del Duque de Rivas, romántico por excelencia y combatiente de la Guerra de la Independencia.

\r\n

Don Ángel de Saavedra y Ramírez de Baquedano, tercer duque de Rivas, nació en Córdoba, el 10 de marzo de 1791. Su infancia transcurre en su ciudad natal, siendo educado por preceptores franceses que se refugiaron en España tras la revolución francesa. Más tarde, completa sus estudios en Madrid. Fue un apasionado de la literatura y de la pintura.

\r\n

Participó activamente en la Guerra de la Independencia.La guerra dividió a los españoles en dos bandos: los afrancesados, partidarios de la monarquía impuesta por los franceses; y los rebeldes, que hacen frente al ejército francés. Dentro es este segundo bando, se pueden distinguir dos posturas: los que pretenden patear traseros franceses con el fin de reinstaurar la monarquía anterior, también llamados “serviles”; y los que luchaban contra los franceses con el propósito de edificar un Estado constitucional con cimientos nuevos, más conocidos como los liberales. Qué propio de los españoles dividirse en dos bandos, incluso para combatir a un enemigo común. A este último movimiento, a los liberales, pertenecía el Duque de Rivas.

\r\n

En la batalla de Ocaña, tras luchar con valentía en una batalla desigual, cae gravemente herido y es salvado, milagrosamente, por uno de los soldados que deambulaban por allí y que se percató de que aún respiraba. Recordemos los versos de uno de sus más famosos romances:

\r\n

Con once heridas mortales,

\r\n

hecha pedazos la espada,

\r\n

el caballo sin aliento

\r\n

y perdida la batalla,

\r\n

manchado de sangre y polvo

\r\n

y en noche oscura y nublada…

\r\n

Acabada la guerra, se exilió en Londres, en París y en Malta, como consecuencia de la reinstauración de la monarquía absoluta y de los rigores de Fernando VII frente a los liberales. No deja de ser curiosa la relación que los escritores siempre han mantenido con el poder, el escritor tiene su mundo interno al que difícilmente llega la vigencia de las normas de Estado.

\r\n

Fue diputado y senador por Córdoba y actúa en las Cortes de 1822 como liberal. También, más adelante, fue embajador de Nápoles y de París. Su periplo político le lleva, en 1854, a ejercer el que por aquel entonces era el cargo de presidente del Gobierno durante dos días, para qué más… quien lo probó, lo sabe.

\r\n

Sin embargo, a pesar de su vida política y de su afición a la pintura, don Ángel de Saavedra destaca por su faceta de escritor. Su obra más conocidas es “Don Álvaro” o “La Fuerza del Sino”. Sin embargo, destaca también por sus romances históricos en los que, a golpe de verso suave, recrea pasajes más emblemáticos de la historia de España. En “Don Álvaro”, la venganza, el amor y la fatalidad se van trenzando más y más hasta que cruje el hilo de la trama. Ante todo, el duque de Rivas era un excelente contador de historias.

\r\n

El Duque de Rivas rompe con la estética Neoclásica, la hace trizas, mezcla prosa y verso, da preferencia a la imaginación, a los sueños que sueñan con ser soñados. Puramente romántico, desgarradamente romántico. Don Ángel de Saavedra hilvana los hilos del argumento en París, donde, acompañado por su inseparable y caro amigo, don Antonio Alcalá Galiano, recorre las orillas del sena soñando con espadas destempladas y besos robados, con lances de guerra y escarceos de amor.

\r\n

En “El jardín de las Víboras”, libro que recomendamos como si nos fuese la vida en ello, don Jaime Campmany recoge un lance poético entre don Antonio Alcalá-Galiano y don Ángel de Saavedra. Los versos son de una picardía tan subida que preferimos no traerlos a colación por si acaso los lectores se dejan la revista al alcance de los niños… Claro que, bien pensado, teniendo en cuenta lo poco que los niños leen y lo mucho que saben de sexo, podemos correr el riesgo…

\r\n

Don Antonio Alcalá Galiano dispara primero con la siguiente pregunta:

\r\n

Don Ángel, si yo tuviera

\r\n

una lujuria extremada,

\r\n

tal que hasta verla saciada

\r\n

ni pensara ni durmiera,

\r\n

y en mi ceguedad creyera

\r\n

que era usted la niña mía,

\r\n

y con loca valentía

\r\n

miembro en ristre a usted montara

\r\n

y en el culo se lo entrara,

\r\n

¿fuera acaso sodomía?

\r\n

Lejos de dejarse abrumar, Don Ángel de Saavedra se defiende “atacando”:

\r\n

Sí, don Antonio, no dudo

\r\n

que fuera gran sodomía,

\r\n

aunque yo lo evitaría

\r\n

que soy por demás forzudo.

\r\n

Pero si en lance tan rudo

\r\n

fuera de mí la maldad

\r\n

de tan loca ceguedad

\r\n

y yo quien a usted cubriera,

\r\n

ya sodomía no fuera,

\r\n

que fuera bestialidad.

\r\n

La soltura y la gracia de sus versos dan buena prueba del talento literario de don Ángel de Saavedra. Sin duda, su humor es loable. Quisiéramos despedirnos con una des sus anécdotas.

\r\n

En 1864, un año antes de su muerte, la Reina Isabel II le concedió el Collar de la Orden del Toisón de Oro. Durante la ceremonia, la Reina se acercó al duque y lo felicitó con extrema generosidad. Don Ángel, sin levantarse de su asiento, ya que las fuerzas apenas le asistían, le contestó: “Señora, esto es como la cena que, deba dársele o no, se concede a los antojos del enfermo desahuciado, del hombre ya moribundo”. Genio y figura.

Más artículos

La Cocina cordobesa

03-09-2007 8:51 p.m.

Premios Averroes 2007

01-03-2007 1:04 p.m.

De vuelta a la rutina

01-09-2006 1:44 p.m.

Stanley en Córdoba

01-06-2006 7:50 p.m.