El origen judío de Baena

Los diferentes edictos de prohibición de los obispos cordobeses entre 1743-1820, en relación a la Semana Santa en las localidades cordobesas en pro de la depuración de la religiosidad popular trajeron numerosas consecuencias, variando su grado de aceptación según las localidades afectadas, en el caso de Baena de escasa incidencia.

Si bien se tiene conocimiento de la figura del judío desde comienzos de siglo XIX, como representación de este pueblo en la escenificación de la pasión, también es cierto que su atuendo no es el que encontramos en la actualidad en la Semana Santa Baenense, los primeros judíos aparecían con túnica, carátulas o rostrillos de cartón.

En la primavera de 1807, el obispo Pedro Antonio de Trevilla, realiza una visita pastoral a la localidad con el objetivo de suprimir representaciones, figuras bíblicas, evangelistas, apóstoles y turbas de judíos.

La cara tapada de estos cofrades bajo los rostrillos fue uno de los elementos cambiantes que se introdujo, todo el mundo debería procesionar con la cara descubierta.

Bajo estas circunstancias, se acuña la hipotética creencia, de que tras la batalla de Bailén (1808) contra el ejercito francés, y estando constituido el ejercito español por soldados de numerosas localidades, entre ellas Baena, el General Castaños lleva a los españoles a la victoria, tomando los baenenses como botín de guerra algunos elementos de la uniformidad del coracero francés (casco de corte neoclásico con niñuelos, plumero, casaca) que posteriormente sufrirían modificaciones y adaptaciones más afines al sentir andaluz como es el pañuelo que esta figura lleva rodeando su cuello.

Si consideramos la prohibición del obispo cordobés, de ir con la cara tapada, los baenenses comienzan a procesionar con la uniformidad francesa, de esta forma se sigue manteniendo la figura del judío como elemento indispensable en la Semana Santa, pero en esta ocasión con una vestimenta diferente lo que anula la prohibición del obispo.

Pero si resulta curioso y analizando más profundamente la vestimenta militar, el casco de coracero francés carece de celada estando decorado en su frontil por un trozo de piel posiblemente de leopardo. En la actualidad el judío procesiona con su labrado casco de latón, al que se le adiciona un plumero o penacho de mayor dimensión que el francés y en su “raspa” cola de caballo negra o blanca (niñuelos) según sea colinegro o coliblanco, chaqueta roja bordada en alusión a la casaca.

Al casco se le añade una celada y curiosamente el judío se tapa con ella el rostro en algunas celebraciones religiosas, al realizar “el baile” con los evangelistas lo que se conoce popularmente como asustar y a su paso en el desfile de las estaciones cuando transcurre por el interior de los templos, como si aún existiera en la memoria colectiva el recuerdo de aquellas prohibiciones.

La organización actual de las turbas de judíos, tanto coliblanca como colinegra se estructura en cuadrillas, ocho por cada una de las turbas, teniendo a su vez cada una de ellas un cuadrillero que no procesiona con tambor, sino con un bastón como símbolo de mando.