La carta que nunca recibí

Querido abuelo: Esperamos que al recibo de la presente te encuentres bien de tus achaques, nos imaginamos que así será, ya que conforme han ido pasando los meses desde que tomaste la decisión de volver a Córdoba, tu querida ciudad de Córdoba, y conforme se ha ido acercando la fecha, se ha ido haciendo patente tu mejoría en cada carta que has escrito, de lo cual nosotros, tus nietos nos alegramos.

Tanto mi primo como yo, también estamos bien, aguantando las prohibiciones de nuestros padres que han aprendido a decir “no” y todo el día están “esto no se hace”, “esto no se dice”, “esto no se toca”, lo dicho una verdadera lata.

Son varios los meses que llevas viviendo en Córdoba, y sabemos que te vas adaptando paulatinamente, y por lo que comentan nuestros padres, te está costando trabajo el adaptarte a tu nueva vida, que aunque básicamente se parece mucho a la anterior, no deja de ser una experiencia nueva. Córdoba, tu querida ciudad de Córdoba ha cambiado, y mucho, la que tu dejaste, aquella Córdoba de los amigos de la juventud, de las reuniones vecinales a las puertas de las casas en las calurosas noches de verano, las fiesta populares, romerías y verbenas, la de los barrios, de tu querido barrio de Córdoba, con sus gentes siempre amigables, sus viejas tiendas de ultramarinos con sus dependientes de toda la vida, olores de toda la vida, chacinas y latas de conservas de siempre, droguerías, lecherías y zapaterías, las panaderías de tu barrio, pan sabroso, pan de pueblo, la telera, el pan abogao o el mollete, regado con generoso chorreón de aceite o untado de manteca “colorá”.

Tu barrio ha cambiado, Córdoba ha cambiado, la vida ha cambiado, las viejas tiendas de ultramarinos se han convertido en grandes superficies donde lo venden todo, el “dile a Pepe que me lo apunte” ha pasado a pagar con dinero de plástico, y a pedirte que abras el bolso al pasar por caja.

Si abuelo, todo ha cambiado y Córdoba no ha sido ajena a este cambio, las callejuelas estrechas y sinuosas alumbradas por las tímidas y mortecinas luces de algún farol, han dado paso a grandes avenidas bien diseñadas y mejor iluminadas que te comunican con todos los sitios y entre el callejón de los toros, cercadillas o la carretera de Trassieras de antaño, habría que hacer un gran esfuerzo de la memoria para reconocerlo en la Córdoba de hoy.

En fin, abuelo, creemos que te sabrás adaptar a todo ello, queremos y deseamos que te sientas feliz en tu tierra, por que lo que no ha cambiado han sido sus gentes, la amabilidad que esta tierra desparrama, solo en ella se ve, la tranquilidad con la que se vive en esta bendita tierra no tiene parangón, y cuando pase un tiempo prudencial “ que esperamos sea el mínimo” puedas afirmar categóricamente que no fue un error haber tomado la decisión de regresar, y lo que realmente si fue un error, fue el haberte alejado hace cerca de cuarenta años del tronco por donde discurre la sabia que le da vida y hace crecer a esta tierra, y no queremos molestarte más, y aunque esta carta la hemos personalizado en ti, toda ella va dedicada a los dos, a ti y a la abuela, verdadera capitana de la nave y autentica proa de tu barca y que un día no muy lejano podáis decir que por fin habéis recuperado vuestro paraíso soñado.

Un beso.