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En mi juventud, las frías tardes de domingo, las dedicaba junto con mis amigos a pasear desde un cercano recinto hasta este eremitorio, provocando en mí un encanto y sobre todo asombro por las cosas que tarde tras tarde encontraba en él. Subíamos por la cuesta del reventón y nos topábamos con esa entrada tan austera, pero nos reconfortaba la idea de haber subido la montaña más alta a la que nuestra corta edad nos permitía. Las vistas eran para nosotros lo mejor que tenía, sin dar importancia a su historia y a los encantos que guardaba en su interior, fijándonos sólo en el sillón del obispo y la innumerable cantidad de calaveras que en él se encontraban.
\r\nLa historia de este recinto se remonta a comienzos del siglo XVIII, cuando el hermano Francisco de Jesús, decide unir a todos los anacoretas diseminados por toda la sierra en un solo lugar, concediendo el Obispo Don Pedro Salazar, autorización para que en lo que llamaban el cerro de la Cárcel se pudieran agrupar trece pequeñas ermitas. La iglesia se comienza a construir en 1703, terminándose en 1709. En 1734 se hizo una reforma de ampliación y en el año 1836, el conjunto queda afectado por la desamortización y sus miembros fueron exclaustrados, aunque regresaron en 1845. En 1957 los ermitaños dejaron el lugar o mejor dicho, desaparece la vocación, haciéndose cargo de el, la comunidad de Carmelitas Descalzos, y que gracias a ellos podemos contemplar este lugar.
\r\nComo ya he comentado anteriormente, la entrada al recinto es bastante austera, aunque con su encanto particular. Una vez dentro y después de haberse refrescado con los botijos que en la entrada se encuentran, pasamos a contemplar el famoso paseo de cipreses que nos llevará a la iglesia. Antes, justamente al pasar la entrada, encontramos a la izquierda la ermita de Santiago el Menor, recreando en su interior, la forma de vida de los antiguos ermitaños. Justamente detrás de ella, está la cueva de San Elías, cueva que deja ver un lugar para el retiro espiritual al que ellos se consagraban.
\r\nNos incorporamos de nuevo al camino de cipreses y contemplamos el monumento a Fernández Grilo, poeta cordobés que escribiera los famosos versos ”hay de mi alegre sierra sobre las lomas unas casitas blancas como palomas”. Caminamos dirección hacia la parte baja del recinto y nos topamos con el Corazón de Jesús, dominando la ciudad y siendo la guía de los cordobeses en las noches, ya que se puede contemplar iluminado desde gran parte de la ciudad. Esta obra grandiosa, es nuestro pequeño “Pan de Azúcar”, que se realizó en 1929 como triunfo conmemorativo, por el escultor de Marchena; Lorenzo de Coullaut Valera, aunque tuvo que ser restaurado en 1986 debido a que fue alcanzado por un rayo.
\r\nSeguimos bajando las escaleras y llegamos al famoso mirador desde el cual se puede contemplar toda la ciudad, parte de los pueblos de la campiña y en los días claros Sierra Nevada. Junto a este mirador, en la parte derecha del mismo, vemos el sillón del Obispo, obra realizada en mármol blanco y desde el cual se contemplan unas vistas grandiosas. Este sillón fue realizado en época del Obispo Don Pedro Antonio de Trevilla, y era usado por él cuando iba a visitar a los ermitaños. Junto a este sillón encontramos una cruz de piedra, realizada en 1803 a devoción del Obispo de Córdoba. Dejamos la parte baja de las ermitas y nos dirigimos otra vez hacia la parte alta, siguiendo nuestros pasos de bajada. Una vez en la entrada enfilamos el camino de los cipreses y nos detenemos junto al monumento a la calavera, es la llamada cruz del humilladero, levantada en memoria del Conde de Torres-Cabrera, recordándolo la placa a sus pies “a la memoria del Excmo. Sr. D. Federico Martel y Bernuy, Conde de Torres Cabrera y del Menado. Protector de este Santo Retiro. Rogad a Dios por él”. Debajo de la lápida, encontramos el nicho con la calavera, del que podemos leer la frase con la que hemos empezado este artículo.
\r\nSeguimos el camino de los cipreses dirección hacia la iglesia y nos detenemos en otra pequeña ermita llamada de La Magdalena. Esta ermita fue construida en 1798 a devoción del Duque de Arión, evocando una vida pasada a la que los ermitaños estaban sometidos. En ella se pueden contemplar varios objetos con los que estas personas convivían diariamente; el cilicio, los libros de devoción y pequeños enseres para la comida. Se puede contemplar también el catre donde descansaban, cubierto de un esterillo de esparto y una pequeña almohada de paja. A la diestra de este recinto vemos el pequeño cementerio blanco con doce niños precedidos por la Piedad, obra realizada en piedra local y que sustituyo a la antigua cruz de madera que precedía este lugar. Situados ya en la puerta de la iglesia, vemos un edifico bastante austero. Se comenzó a construir en 1703 y se terminaron las obras seis años más tarde. Pronto quedó pequeño para el uso religioso, y se decide construir otra nueva capilla, utilizando para ello los donativos que Doña María Villalba dio para la construcción, comenzando el nuevo edificio en 1733 y terminándose el 21 de diciembre de 1734.
\r\nComo comentamos anteriormente, el convento que desamortizado en el año 1836, fecha en la que sufre además de la perdida de religiosos, perdida de gran cantidad de patrimonio artístico, como es el caso del retablo mayor, que quedó destruido por un incendio, salvándose el cuadro de Nuestra Señora de Belén que se guardo en el convento de Santa Isabel de los Ángeles.
\r\nLa portada de la iglesia muestra unas formas muy sencillas, compuesta solamente de una puerta con arco de medio punto que se corona con un frontón triangular. En la fachada de esta iglesia, vemos una lápida de mármol blanco en la que se recuerda la visita en 1862 de la Reina Isabel II a este lugar. Una vez dentro del recinto religioso, lo primero que encontramos es un vestíbulo de planta rectangular, decorado con dos lienzos que representan martirios de ermitaños y otro de la Virgen del Carmen acompañada de frailes carmelitas. Dos hornacinas flanquean la puerta de entrada al recinto, mostrando en esculturas de la Virgen de Lourdes apareciéndose a Santa Bernardina y la otra con un Nacimiento, obra esta del XVIII. En la pared de la derecha hay otra hornacina en la que se ve a la Divina Pastora con el Niño Jesús, obra también del siglo XVIII.
\r\nPasamos al Sotocoro y el recogimiento se hace patente. Aquí se puede contemplar la pequeña Capilla que invita a la oración, y sobre todo a pasear y observar la gran cantidad de tallas y cuadros dieciochescos que decoran todas sus paredes. El colorido y la vez la oscuridad, nos transportan al pasado, a lo que antaño fue y que gracias a la Comunidad Carmelita Descalza se puede contemplar y disfrutar de unos minutos de soledad. La iglesia es una pequeña ermita de una sola nave cubierta con bóveda de cañón y con crucero. En el Sotocoro vemos la serie de pinturas de los ermitaños que han pasado por este lugar, contando la historia de cada uno de ellos a los pies de cada lienzo, destacaremos también de este lugar el Crucificado de medianas proporciones realizado en madera tallada y que imita a los relazados en el siglo XVII.
\r\nPasamos ya al interior de la nave de la iglesia y a los lados vemos una serie de cuadros de la vida de ermitaños. Antes de llegar al retablo principal, encontramos dos hornacinas con Santa Filomena y Santa Ana respectivamente. En las capillas laterales hay dos retablos del XVIII. El de la derecha esta dedicado a San José, relacionado con la escuela de Mora y el de la izquierda a San Antonio y San Pablo. El retablo mayor esta realizado a finales del siglo XIX, imitando las formas barrocas. Destacaremos de él, el Crucificado de pequeñas proporciones fechable en el siglo XVII. Sobre este, encontramos la talla de Nuestra Señora de Belén, obra realizada por A. Castillo en 1940. A los lados, flanqueando esta talla, vemos a Santa Teresa y a San Juan de la Cruz, rematando el conjunto la famosa obra pictórica que tantas veces hemos visto representada en pequeñas estampas en nuestra ciudad, nos referimos a la Virgen de Belén, obra del racionero cordobés del XVIII, Fernández de Castro.
\r\nTras el retablo mayor, encontramos la Sala Capitular, a la que se accede por los lados de este retablo. En uno de los accesos a esta Sala Capitular, vemos el Calvario Dorado, obra realizada por Camilo Rusconi y donada por el Barón de Llunes. Ya en la Sala Capitular, llamada Capilla de Nuestra Señora de la Victoria, vemos un recinto de planta rectangular decorado con lienzos de distintas advocaciones, destacando el de San Francisco de Asís, obra del XVII. Hay que destacar las dos tallas de la Dolorosa y del Ecce Homo, obras ambas de comienzos del Siglo XVIII y de estética granadina. Por último y dejándonos gran parte de los cuadros por comentar, destacaremos el llamado museo que posee la iglesia. En este se pueden contemplar cantidad de piezas religiosas de gran valor artístico.
\r\nCon este pequeño paseo por uno de los lugares más importantes y a la vez más desconocidos de nuestra ciudad, he querido solamente motivar a los cordobeses y sobre todo a las personas de fuera de la ciudad, a dar un pequeño salto a que conozcan y disfruten de sus encantos y sobre todo que recuerden y mediten las palabras que por todo el recinto van a encontrar,,,”Auxilium Christianorum, salus infirmorum, consolatrix aflitorum y refugium pecatorum”.
03-05-2010 11:34 a.m.
03-12-2007 5:07 p.m.
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01-01-2007 9:42 p.m.
01-12-2006 7:42 p.m.
02-10-2006 9:54 a.m.