El plano de la incultura cordobesa

Que esta ciudad vive de la enorme grandeza de su pasado no sólo se constata por los monumentos que los siglos le han legado o por los ilustres hombres que nacieron en ella, una prueba irrefutable de ello es que sobrevive a la ineptitud de gobernantes mediocres, a unas “fuerzas vivas” pobres de miras, a profesionales de la subvención arrullados en el regazo del partido, a recolectores de migajas en forma perol o pastel cordobés de gañote, a gente sin escrúpulos que la exprimen... pero ella, en su magnificencia se sigue sobreponiendo a tanto agente vírico que la vapulea día tras día.

De todos esos factores, que han hecho que Córdoba en los últimos 25 años haya pasado de una ciudad próspera que miraba al futuro a una ciudad donde ese mismo futuro parece haber pasado de largo, llama poderosamente la atención el de la INCULTURA (lo de la Capitalidad Cultural da algunas veces ganas de reír, las más de llorar).

La mejor manera de demostrar las cosas es, a veces, referirse a pequeños detalles, que por pequeños hacen más claro el propósito y mas ridículo el asunto; si nos ponemos a ojear un plano que se entrega en la Plaza de la Tendillas a los que visitan Córdoba, eso sí muy bien diseñado, podemos jugar a modo de una especie de pasatiempo de la ignominia a la búsqueda del error de la incultura (aunque más bien lo mejor sería buscar al zopenco que lo hizo y pedirle explicaciones). Invito a cualquiera de ustedes a participar en este juego de la incultura cordobesa.

Por ejemplo, la antigua Calle del Poyo pasó a homenajear al ilustre vecino del barrio de San Pedro, Juan de Mesa; pues bien, en este plano el insigne escultor pasa a llamarse “Juan Mena”, en un híbrido con otro ilustre hijo de la ciudad que fue Juan de Mena y que tiene su calle detrás de la Compañía. Se ve que el pobre ejecutor del plano se hacía un follón.

Pero el colmo está en los denominados “Jardines de Diego de Rivas”. ¿Quién es este misterioso personaje? Pues es la manifestación más evidente de la incultura que gobierna en esta ciudad. Este Diego es en realidad Ángel, se apellida Saavedra y además es Duque de Rivas, a lo mejor lo del título nobiliario no es del agrado de nuestro hacedor de planos local, como esos rancios acomplejados y pelmazos que todo lo convierten en reivindicación. El insigne cordobés autor de “Don Álvaro o la fuerza del sino” no entra en la nómina de “gentes de la cultura”, como les gusta a ellos denominar a los mediocres actores, graciosillos semi ingeniosos o junta letras paniaguados del partido en el poder, que sí obtienen la bula de la “cultura”.

Y no termina aquí la cosa, si cogemos una lupa e indagamos en este ominoso mapa veremos que además nuestros hombres de la cultura local encima no saben escribir, bueno o lo que es peor, no saben copiar. En este caso la lupa nos la otorga don Julio Alcántara, que en carta a un diario local nos hace ver que en el nuevo pedestal que han hecho en la estatua del para ellos Diego, Ángel de toda la vida, que ejecutara el genial Mariano Benlliure (¡qué tiempos en que Córdoba era regida por gentes con gusto, que no encargaban mamarrachos para poner en sus aún no graníticas plazas!), empiezan unos versos del liberal Duque cordobés transcritos de esta manera: “Soy Señor vuestro vasallo, Vos soy mi Rey en la tierra...”, cuando en las viejas fotos de la estatua, cómo recuerda don Julio en la mencionada carta, correctamente se escribía: “... Vos sois mi Rey en la tierra”. Ni para copiar.

La triste conclusión que sacamos de todos estos detalles es que si a nuestro presente poco halagüeño unimos que no sabemos dignificar nuestro glorioso pasado, que es el que nos sustenta de tanta mediocridad enquistada en la ciudad, y que además de no saber escribir, mejor dicho copiar lo que correctamente nos dejaron nuestros mayores, desconocemos a los ilustres hijos que dieron gloria a Córdoba, poco nos queda ya para consolarnos.