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Amanece en el mar… El sol se despereza con lentitud y extiende sobre el horizonte pinceladas sueltas, como pétalos de bronce sobre un lienzo de plata y azul. El espectáculo es tan bonito que no se deja enturbiar por la máquina de la limpieza que el ayuntamiento manda para recoger los restos del botellón.
\r\nHasta ahí, todo es maravilloso y casi podríamos pensar que vamos a disfrutar de un día maravilloso de playa. Pero la mañana sigue su curso y…
\r\n¡Pasen y vean!
\r\nPasen y vean, señoras y señores: mujeres hipopotamoides y pringosas que hablan a voces y ríen a gritos; hombres zancudos que pasean por la orilla con patas de alambre y complejo de garzas; niños demoníacos que lloran con la fuerza de los mares y te atornillan los nervios a la altura de la nuca. Pasen y vean: vendedores ambulantes de “calienta pizzas” y otros objetos varios, utilísimos dadas las circunstancias.
\r\nPero pasen y vean… aún hay más: familias enteras y horteras erigen fortificaciones que ya las querría para sí el ejército norteamericano, carpas del tamaño de un bungalow, provistas del mobiliario pertinente, y de un hornillo de butano en el que cocinan sus mejunjes como hechiceros del averno, mientras el patriarca del clan abre una sandía enorme, como la cabeza de un enano. Ni el mayor de los tsunamis sería capaz de sacarlos de ahí.
\r\nPasen y vean, pasen y vean que ya no queda sitio para nadie. Las personas normales no cabemos. Es del todo imposible. Antiguamente (eran otros tiempos), la toalla, además de para tumbarse sobre ella, servía para delimitar el espacio vital; es decir, el trocito de arena que bajo ningún concepto puede ser invadido por extraños… Ay, si yo les contara la cantidad de pies pezuñescos que he sorprendido invadiendo mis dominios.
\r\nHay quien afirma que es capaz de sentarse en la orillita y leer un libro con tranquilidad. Es mentira. No se lleven a engaño: en la playa, no se puede leer. Cuando alguien intenta culturizarse un poquito, toda la canalla playera se confabula para incordiar y molestar cuantas veces sean necesarias.
\r\nEn mis pesadillas más tenebrosas, aparece un gordo con cabellera sobaquil y se sacude como si fuese un perro de agua sobre el libro que sostengo entre las manos… Unas veces me espurrea con agua y otras con arena, pero siempre emerge de la orilla, como un monstruo marino, y me ataca. Si lo ve usted por ahí… ¿Sería usted tan amable de hacerle una ahogadilla de veinte minutos? Se lo agradecería eternamente.
01-02-2008 12:20 p.m.
01-01-2008 1:59 p.m.
03-12-2007 4:50 p.m.
03-09-2007 8:51 p.m.
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01-02-2007 10:58 a.m.
01-02-2007 9:50 a.m.
02-10-2006 9:54 a.m.
03-07-2006 4:07 p.m.