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Las ciudades evolucionan, las calles cambian y los edificios se renuevan. Aún así, hay cosas que perduran con el paso de los años. Córdoba cuenta con varios ejemplos que corroboran esta afirmación. Uno de ellos es la Guarnicionería Estévez.
\r\nCreada en el año 1900 como una espartería, el paso del tiempo ha hecho que el negocio familiar tenga que adaptarse a las nuevas necesidades de su clientela. Lejos de quedar anclados en el pasado, las cuatro generaciones que han marchado por la casa han dejado su impronta innovadora.
\r\nTodo comenzó con José Estévez, tatarabuelo del actual gerente, que en 1876 trabajaba en la calle Esparterías, afanado para ganar un jornal en el oficio que daba nombre a la vía, el de espartero. Su hijo Antonio heredó la labor de su padre. Aprendió el oficio en la misma calle junto a este, pero logró establecerse por su cuenta al comienzo del siglo XX. Compró toda la esquina en la que convergen las calles San Pablo y Alfaros y allí comenzó su actividad, creando una empresa que, sin saberlo, sería todo un emblema en la ciudad. El nombre elegido fue el de Espartería Estévez y la familia, pronto se convirtió en “los esparteros de la calle San Pablo”.
\r\nLos hijos de Antonio Estévez, Antonio y Rafael, se dedicaron también de lleno a la espartería. Fue el segundo el que introdujo la primera novedad. Debido a las necesidades de la época, decidió probar con la albardonería para luego implantar la venta y montaje de toldos y persianas. En las primeras décadas del siglo XX, aún era necesario el uso de animales para el desarrollo de las labores agrícolas, por ello, la venta de productos relacionados con la vida del campo enriqueció el negocio y permitió a Rafael abrir el mercado de ventas. Pronto quedaría a un lado la albardonería, ya que la mecanización de las labores agrícolas hizo que las bestias desaparecieran de las tierras de labor. De la Espartería Estévez casi se esfumaron los artículos artesanos. El negocio dejó a la vista sólo pequeños detalles de decoración en cuanto a la espartería, mientras que la albardonería fue desapareciendo hasta convertirse en guarnicionería para competiciones deportivas relacionadas con la equitación.
\r\nNuevas generaciones
\r\nPepe Estévez, hijo de Rafael, tomó el negocio de manos de su padre y afianzó la casa en el tema ecuestre. En la actualidad, su hijo Pepito Estévez es el gerente del negocio. Este ha incluido una pequeña tienda hípica especializada en deportes relacionados con el mundo del caballo. Se trata de la cuarta generación de una familia que siente verdadero amor por la raza equina. Una afición que, en su día, llevó a Pepito hasta el Depósito de Sementales ubicado en las Caballerizas Reales de la capital cordobesa.
\r\nLa “Catedral del Caballo” fue testigo de cómo el chico iba prestando cada vez más atención a los enganches. Pepito aprendió poco a poco las particularidades de las diferentes guarniciones, como la húngara, la calesera o la inglesa. “Pepito comenzó por el principio, limpiando los aparejos, aunque él nunca quitó la vista a José Luis, el guarnicionero encargado de reparar los aparejos ecuestres”. Gracias a esta afición, Pepe Estévez metió en la casa a Simón Pedraza, “un prestigioso guarnicionero que enseñó todo lo que sabía al joven Pepito”, según cuenta Pepe Estévez, padre del gerente de la guarnicionería. Los años no perdonan y las costumbres tampoco. La empresa familiar ha visto cómo ha ido cambiando la venta de artículos. En cuanto a guarnicionería, hoy sólo queda la reparación de piezas en el taller –labor de Pepito-, ya que la empresa familiar no puede competir con los bajos precios de los productos importados. De esta forma, la familia Estévez vende zahones, polainas, alforjas, zurrones, artículos de caza y montería, cananas o cinturones. También han introducido la llamada tienda hípica especializada en deportes ecuestres. En ella trabajan nuevos materiales como la goma, el neopreno o los tejidos antisépticos.
\r\nUna importante novedad que la familia ha introducido en el negocio es la estampación de cuero para forrado de paredes. Pepito se ha hecho especialista en esta artesanía que trata de simular cualquier estructura mediante dibujos. De las últimas estampaciones que ha realizado el guarnicionero ha sido una reproducción de las vigas de la Mezquita de Córdoba. Para ello, ha utilizado “técnicas árabes heredadas de nuestros antepasados para lograr la pigmentación del cuero”, según explica Pepito. Con probabilidad, una verdadera obra de arte encargada por el arquitecto Rafael de la Hoz. Su destino será las nuevas oficinas del grupo constructor Noriega situadas en el Vial Norte de Córdoba. El resultado, cromado en plata envejecida, según el guarnicionero, “ha sido espectacular”.
\r\nDesde San Pablo
\r\nUbicada en el corazón del casco antiguo cordobés, la tienda de la familia Estévez cuenta con un total de 46 metros cuadrados. En un futuro próximo, el establecimiento sufrirá algunas remodelaciones. Aprovechando las obras en la calle San Pablo, la familia ya ha realizado sus primeros retoques. El taller de la guarnicionería ha pasado a estar junto al de los toldos, situado un par de números más arriba en la misma vía. El local, de esta forma, queda sólo como exposición de artículos a la clientela.
\r\nPepito, hasta hace sólo unos meses, trabajaba de cara al público. Mientras estaba inmerso en sus labores, “muchos turistas y cordobeses se quedaban asombrados al ver cómo trabajaba con los aparejos”, según explica. Hoy está un poco más escondido en el “taller de los toldos”, como explica. Esta rama de la empresa es “la que realmente da de comer a la familia”, por este motivo han unificado ambas fábricas.
\r\nJusto al fondo de la tienda se encuentra el almacén. Allí guardan todos los artículos de venta que no tienen sitio en las estrechas estanterías con las que cuenta la guarnicionería hoy día. Antes de llegar a él, a la derecha, hay un pequeño patio que en pocos meses irá cubierto. En este diminuto cuadrado, colocarán las botas de cuero y caucho. Desalojarán gran parte de la tienda, ya que “son artículos que ocupan demasiado espacio”. El resto del negocio se revestirá con estanterías hechas de vitrinas que dejarán a la vista los diferentes productos que ofrece Guarnicionería Estévez.
\r\nCon más de un siglo de antigüedad, las distintas generaciones que han pasado por la casa se han ido adaptando a los cambios. La guarnicionería “ha pasado de necesidad a afición”, un apego por los caballos que la familia Estévez recomienda, ya que “en contra de lo que muchos puedan pensar, el mundo ecuestre no es elitista, hoy día está al alcance de cualquiera”, manifiesta Pepito. El ejemplo de ello lo da otra parte de la familia. Macu Estévez –hermana del gerente- es la encargada de coordinar el Centro Ecuestre El Cañuelo. Una propiedad de la familia donde enseñan desde los cuatro años a montar a caballo. Esta vinculación directa con el mundo ecuestre ha ocasionado que la clientela se acerque a la guarnicionería “a preguntar por las dolencias se sus ejemplares”. La casa también vende artículos relacionados con la salud de los animales, como vitaminas, aminoácidos y productos para su higiene.
\r\nA parte de todos estos servicios, la guarnicionería cuenta con otras prestaciones de cara al público. La empresa alquila diferentes tipos de calesas para llevar a las novias en el día de su boda. Los precios oscilan entre los 600 y los 1.500 euros. Depende del número de caballos y de los detalles de los carruajes.
\r\nEste “rinconcito para sobrevivir” –como lo llama el propio Pepe Estévez- es su “lugar para la relajación”. Un habitáculo que ha sabido contemplar el paso de los años y adaptarse a ellos de manera encomiable. Una afición que ha dado la vida a la familia Estévez durante cuatro generaciones y que ahora, los más jóvenes de la saga, intentan sacar adelante con las mismas ganas e ilusión que sus antepasados
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